ATRAPADOS
por Shawn Carman

Traducción de Shosuro Gesseri


La niñita corría con el viento, chapoteando a través del arroyo con pequeños gritos de alegría. Pronto caería la noche, y sus padres la llamarían para la cena. Pero no se preocupaba. Sólo quería correr, sentir el viento en la cara, el agua entre sus pies, cazar las luciérnagas a la luz del sol que se desvanecía en el horizonte. Saltó para cazar una luciérnaga especialmente brillante, mientras el viento ondulaba su pelo. Su sonrisa, brillante y alegre llenaba la calurosa tarde de verano. Y detrás suya, su risa fue contestada.


Su padre venía a través del prado tras ella, con una amplia sonrisa en la cara. La niñita adoraba a su padre, tanto como sus padres se querían uno al otro. Ella era sólo una niña, pero había visto otros adultos en el pueblo, y era obvio que no se querían unos a otros igual que sus padres se adoraban. Un día, se prometió, encontraría alguien a quien amar de la misma manera. Ella nunca  experimentaría la fría y severa vida que veía en los otros.


Cogida de la mano de su padre, la niñita corrió a través de los prados hacia su casa, riendo todo el camino.

 


Isawa Riake hizo una respetuosa reverencia mientras recibía su wakizashi de manos de su sensei en el dojo donde había pasado entrenando los últimos años. Había soñado durante años con ese momento, desde que había experimentado el éxtasis de la comunión con los kami. Aunque lo intentaba, no podía ocultar su radiante sonrisa. Su sensei le devolvió la sonrisa, aunque brevemente. El anciano le había comunicado que ella era la tensai más dotada que él había entrenado en varias generaciones. Su predicción era que un día, ascendería al rango de Acólita.


Riake alzó la vista y lanzo una corta mirada a los que se habían reunido a contemplar la ceremonia. Pudo apreciar la distinguida apariencia de sus envejecidos padres. Parecían tan orgullosos de ella. No debía correr hacia ellos y agradecerles por todo lo que habían hecho durante su vida para ayudarla a llegar hasta este momento. Pues eso sería deshonroso e infantil, y ahora era una  joven al servicio del clan del Fénix. Habría tiempo para honrar a sus padres más tarde.


Mientras miraba rápidamente en la dirección de los demás profesores, Riake distinguió a Isawa Hochiu, el Maestro Elemental del Fuego. Aunque eran muy diferentes, tanto en personalidad como en su materia de estudio, ella había tenido el gran privilegio de disfrutar de largas discusiones con el durante sus estudios en la escuela. El era más sabio de lo que correspondía a su edad, y un héroe del Imperio. La favoreció con una pequeña y orgullosa sonrisa. Ella sonrió, se sonrojó hasta las cejas, y miró hacia el suelo.


Toda su vida estaba por llegar, y sería maravillosa.

 

 
Esto no era lo que se había imaginado.


Isawa Riake había sido ascendida al cargo de Maestra Elemental del Agua hacía sólo seis meses. En su momento, le había parecido un sueño hecho realidad, el cumplimiento de todos sus deseos y aspiraciones. Ahora, después de tan corto tiempo, se sentía vacía.


El Concilio de los Maestros había ordenado recientemente la movilización de tropas a las montañas situadas al norte de los terrenos del clan.  Existía algún tipo de conflicto entre las tribus Yobanjin, o eso parecía,  y varios grupos de refugiados había huido al sur hacia los terrenos del Fénix. Riake sentía simpatía por esos pobres desgraciados, pero en eso era la única del consejo.


Hochiu estaba animado, casi excitado ante la perspectiva de un combate. Su personalidad había cambiado con los años, y cada vez se parecía más a las furiosas llamas que invocaba. ¿Cuándo había empezado a amarlo?. Cuando todavía era su estudiante, suponía. Su posición como leyenda en todo el Imperio solo había abanicado la pasión que sentía por él.


Un peso helado se había alojado en el corazón de Riake. Tenía que viajar a las fronteras del norte y ayudar a Isawa Taeruko en la expulsión de los refugiados Yobanjin. La magia siempre había sido para ella algo espiritual, una experiencia llena de belleza. El pensamiento de usarla para destruir la enfermaba. Hochiu la había reprendido por esa "tontería". Insistía en que ya comprendería la necesidad de hacerlo, e incluso que llegaría a disfrutarlo.


Riake esperaba morir antes de que eso sucediera.

 

 
Despertó entre tinieblas. Un agudo dolor llenó sus pensamientos. Mientras sus ojos se acostumbraban al pálido fulgor rojizo que iluminaba la cámara subterránea, miró a su brazo derecho. Estaba destrozado, casi arrancado de su cuerpo por la caída de las rocas por encima suya. El dolor era abrumador.


"¡Riake!" siseó una voz. Riake juntó todas sus fuerzas para intentar curar sus heridas mientras de reojo buscaba su fuente. El esfuerzo del conjuro fue mayor del que esperaba, casi como si los kami no pudieran responder a su llamada. Con la débil luz, solo pudo perfilar a Hochiu. Parecía alterado, casi aterrorizado. Detrás suya había otras cuatro figuras. Los otros Maestros Elementales, por supuesto, y...


Se sobresaltó, levantándose un poco. Tamori Shaitung todavía vivía. ¿Por qué no la habían matado los otros?. Su despiadado ataque casi había destruido al concilio. Riake no estaba preparada para la total falta de auto-preservación de la Dragón, su incesante ataque mágico que había derrotado a Riake y Nakamuro, para después abrir una grieta que los engullera a los seis cuando los tres Maestros restantes aparecieron para atacarla. Shaitung estaba dispuesta a todo para conseguir la victoria, incluso si significaba sacrificarse ella misma.


La Maestra del Agua recuperó su voz cuando el calor de su propio conjuro de curación la rodeó. "Porque está todavía..."  su voz se desvaneció al ver que Hochiu le hacía un frenético gesto de que permaneciera en silencio.  Ella frunció el ceño. No era propio de Hochiu el actuar así, aun teniendo en cuenta las extrañas circunstancias. Sólo entonces se dio cuenta   de que los otros estaban mirando a algo situado detrás suya.


Riake se dio la vuelta lentamente, con una creciente sensación de miedo y pánico brotando de su corazón. Había una gran piscina de roca líquida, que ardía al rojo blanco con furia. No había tenido en cuenta la temperatura de la caverna, pero era increíble. El sudor caía por su cara a chorros,  inundando su kimono manchado de sangre. La preocupación por el calor, sin embargo, la olvidó tan rápido como le había venido.


Algo se movía entre la lava. Cambiaba y siseaba con cada poderoso movimiento. Riake estaba paralizada, como los demás,  mientras la figura de un hombre se alzaba de la roca líquida. La lava fluyó de su perfecta piel como si fuera agua, no tocando ni siquiera su rojas vestimentas. No pareció darse cuenta. Fijó sus ojos ardientes en el grupo, mirándolos uno a uno. Y con una voz que rugía y chisporroteaba como una violenta llamarada, les habló.


"¿Quién se atreve a molestarme?"


"¡Padre!" gritó Tamori Shaitung.

 

“Agasha Tamori", susurró Shiba Ningen con una voz estremecida de asombro o temor. Riake no pudo distinguir cuál de los dos.


”Si, querida hija mía. Es tan bonito verte de nuevo. Me temo que no tengo nada para que os refresquéis tu y tus compañeros, lamentablemente. ¿Cómo está tu madre?"


Shaitung contemplaba a su padre sin podérselo creer. "!Padre, todavía eres un Dragón!" le suplicó "¡Lucha contra esta locura¡ ¡Ayúdanos en la guerra contra el Fénix! ¡Castígalos por su arrogancia!"


Tamori rió. Era un sonido horriblemente alegre. Riake permanecía extrañamente paralizada por el aspecto del hombre. Era hermoso, más hermoso que cualquier hombre que ella hubiera visto. Aunque estaba asqueaba  por el aura de corrupción y Mancha que emanaba, deseaba acariciar la piel de su hombro desnudo. El Oráculo continuó recreándose con su palabras. "¿Crees que yo pararé tu guerra?. Niña estúpida. No voy a destruir lo que yo mismo he creado."


"¿Qué?" carraspeó Riake. Todavía estaba paralizada por su belleza. Había algo en sus ojos, algo que le recordaba vagamente a Hochiu.


"Oh si, pequeños míos. Incluso mientras luchaba con el poder que trata de consumirme, podía sentir la alianza entre el León y el Fénix, una destinada a pelear con la Horda. No podía permitirlo, porque con mi débil estado podría ser vulnerable. Así que conseguí una razón para que el Fénix se enfrentara a otros adversarios."


"El volcán,"  murmuró Shaitung. "Toda la muerte y la destrucción... ¿Para protegerte?"


”¡Sí! ¡Para protegerme, y para castigar al Dragón! Después de todos mis esfuerzos a favor del clan, ellos me traicionaron. Mi propia familia... ¡Traidores! ¿Cómo se atrevieron a deshonrarme así?"


"¿Traidores?" gritó Hochiu. "¡Fue su traición la que los llevó a unirse a nosotros! ¡Fuiste tú el que deshonró al Imperio haciendo de perrito faldero de Hantei!"


La cara de Tamori se transformó de rabia, destruyendo su ilusión de belleza. "!Cachorro arrogante! ¿ Te  atreves a dirigirte a un Oráculo Oscuro con semejante insolencia?"


"¡Hochiu!" susurró Nakamuro. "¡No lo hagas!"


Hochiu cuadró sus hombros y se enfrentó a Tamori sin temor. "Soy Isawa Hochiu, Maestro Elemental del Fuego y destructor de la Sombra Viviente. Incluso el poder de un Oráculo no es nada frente a mí." Con un repentino movimiento, Hochiu invocó una gran ola de llamas desde el aire y la envió a través de la caverna para que engullera a Tamori. Un grito triunfante surgió de la boca del Maestro del Fuego, que envió ráfaga tras ráfaga de incesante furia elemental hacia el infierno donde permanecía Tamori.


"¡No!" gritó Nakamuro. "¡Eso es una locura!"


"¡Sí!" gritó Taeruko, una mueca salvaje en su cara. Echo hacia atrás su brazo y lo lanzó hacia delante bruscamente. Con su movimiento, una gigantesca columna de tierra se desgajó del suelo de la caverna y chocó contra la apenas distinguible silueta del Oráculo. Desapareció bajo la ola de tierra.


Riake miró a Shaitung, preguntándose si la Dragon vendría en ayuda de su padre. Riake tendría que destruirla si lo hacía, puesto que Hochiu  y Taeruko no le estaban prestando ninguna atención. La Dragon avanzó con lágrimas en sus ojos y un gruñido de furia en sus labios. Riake maldijo para si y preparó un conjuro para acabar con Shaitung, pero paró de pronto al ver que Shaitung se unía al ataque contra Tamori.


"¡Maldito seas, Padre! ¡Eres un traidor y un desgraciado, y te desprecio por tu debilidad!" su ataque era tan furioso como el de lo Maestros, y Nakamuro se echó hacia atrás preocupado.  Haciendo lo mismo, Riake pudo oír a Shiba Ningen detrás suya, murmurando sin aliento. Solamente susurraba "No, no, no" una y otra vez. ¿Quizás el horror de lo que estaba sucediendo había trastornado su mente?, se preguntó Riake. Hochiu y Taeruko continuaron sus ataques, siempre incesantes. Por un momento, pareció que habían salido victoriosos.


Hubo un súbito destello de movimiento desde las llamas. Tamori surgió del infierno y golpeó a Taeruko. El golpe le dio de lleno en la mandíbula y la lanzó volando a través de la caverna. Hochiu intentó apartarse de su camino, pero no lo consiguió. El cuerpo inconsciente de Taeruko le dio de pleno en el pecho y los llevó a los dos al otro lado de la caverna, aterrizando cerca de Ningen.


"¿Debilidad, hija? !Te mostrare una fuerza como nunca has visto¡" Rugiendo como una bestia inhumana, Tamori alzó ambas manos hacia el techo. Una enorme ola de lava se alzó desde el pozo y chocó contra la caverna dirigiéndose hacia los Maestros como el gran Tsunami que a veces devastaba las costas de Rokugan. Riake intentó convocar un contrahechizo para repeler la lava, pero los kami del agua no podía responder a su llamada.  Habían sido expulsados del lugar por la presencia del Oráculo Oscuro. Ella rechinó los dientes y puso toda su alma en el conjuro, luchando desesperada por algo que los salvara.


Con el rabillo del ojo pudo ver que Nakamuro cogía el brazo de Shaitung. Le estaba gritando algo, pero Riake no podía saber que palabras eran. Algo sobre una huida y avisar a los clanes. Riake sintió una oleada de agradable alivio con ese pensamiento: El Fénix debía ser avisado de esta nueva y mortal amenaza.  Con un fuerte y convincente empujón, Nakamuro se llevó a Shaitung por un pasillo adyacente que ya se estaba colapsando mientras huían. Ellos, al menos, estarían a salvo.  Justo cuando la ola mostraba sus crestas sobre los maestros, una gruesa cúpula de hielo creció para cubrirlos. Riake se dio cuenta inmediatamente que no sería suficientemente grande. Simplemente no había  los kami necesarios para crearla. Ningen, Hochiu, y Taeruko estaban protegidos cuando la lava los cubrió. El hielo enfrió la lava casi instantáneamente, formando una inmensa cúpula de piedra sólida que los cubrió.


Aunque la lava no alcanzó a Riake, la ardiente nube de vapor creada por al interacción de fuego y hielo si lo hizo. Rodeó la cúpula y envolvió a Riake cuando esta ya caía agotada por el esfuerzo de su hechizo protector.  Ni siquiera tenía la energía necesaria para gritar cuando quemó la piel de su cuerpo.  El daño era terrible, más de lo que podía curarse sin kami a los que llamar.


Se estaba muriendo.


A través de la barrera del dolor, pudo escuchar a Tamori desgarrando la piedra que bloqueaba el camino que habían tomado Shaitung y Nakamuro. Parecía no apercibirse del hecho de que los Maestros quizás  seguían vivos dentro de la cúpula. Un instante después había desaparecido por el pasadizo, gritando el nombre de su hija con toda la fuerza de sus pulmones.


La vida de Riake empezó a desvanecerse. No era doloroso. Tenía casi un efecto sedante. Sólo se lamentó de no haber podido decirle adiós a Hochiu. Nunca le había confesado su amor, pero sabía que el era consciente de que le quería. El simplemente era el tipo de hombre que no podía expresarlo abiertamente.


Ella sonrió mientras pensaba en él, y murió.

 


Dentro de la cúpula, Hochiu golpeó las paredes con furia. "¡Riake!" gritó "¡Riake! ¿Puedes oirme?


"Hochiu," dijo Ningen suavemente. "Se está muriendo. Nos salvó, pero ella no pudo salvarse. Y sin Taeruko, " señaló a la inconsciente Maestra de la Tierra a sus pies, "no podemos liberarnos".


"¡Soy el Maestro Elemental del Fuego!," gritó Hochiu enfrentándose a Nigen. "¡No me detendrán una estúpidas piedras!". Comenzó a recitar. Era un conjuro poderoso, capaz de incinerar una montaña. La cúpula de piedra sería destruida completamente, y serían libres.


"Hochiu," dijo simplemente Ningen. "Si liberas tu poder, realmente nos liberarás. No seremos más que cenizas al viento. No hay espacio ni aire suficiente en está cámara que permitan tal combustión."


Hochiu rechinó los dientes y se tiró de los pelos. "¿No hay nada que podamos hacer por ella? ¿Ninguna forma de salvarla?"


Ningen negó con la cabeza. "Hochiu, quizás no seamos capaces ni de salvarnos a nosotros mismos. Puedo crear sustento suficiente para mí, pero para tres... No creo que pueda mantenernos vivos mucho tiempo."


"No moriré aquí," dijo Hochiu. Era la simple afirmación de un hecho, nada más.


Ningen se acarició la barbilla pensativo. "Puedo prever a alguien. Uno que vendrá buscándonos. No puedo ver durante cuanto, pero puedo asegurarte que veo que sobrevivimos."


"¿Cómo?" exigió Hochiu.


"Puedo fusionar nuestros espíritus con el Vacío, lo que nos colocará en un profundo sopor. No necesitaremos comida, bebida, o aire. Nuestros cuerpos no envejecerán. Existiremos en éxtasis hasta que seamos despertados."


”¿Durante cuanto tiempo puedes mantenerlo?"


Ningen se encogió ligeramente de hombros. "Nunca estuve más de una semana en ese sopor, pero no hay razón para que no pueda durar indefinidamente."


Hochiu frunció el ceño. "¿Y las heridas de Taeruko?"


"No lo se," dijo Ningen. "Si no son serias, su cuerpo permanecerá exactamente igual que como está hasta que seamos despertados. Si la han herido gravemente," el Maestro del Vacío se encogió de hombres otra vez, "entonces el Vacío atraerá su espíritu. Jamás despertará."


Ningen observó a Hochiu ponderando ambas opciones. Era un hombre de acción, y no estaba acostumbrado a requerir ayuda de nadie. Como Ningen, sabía que era una jugada desesperada, pero a la vez era su única opción.


Finalmente, el Maestro del Fuego alzó la vista y sus ardientes ojos encontraron la calmada mirada de Ningen.


"Haz lo que debas. Debemos sobrevivir, sin importar las probabilidades. Los Maestros no pueden ser vencidos"