Presión Negativa

Agenda de Extinción – 4ª Parte

 

por Lucien Soulban

 

Traducción de Peter Banshee

 

 

Jueves, 22 de Julio, 2004
1132 horas GMT (12:32 de la tarde, hora local)
Ámsterdam

 

“¡Unidad 731!” Dijo Sparks, chasqueando sus dedos. Maniobró su silla hidráulica hacia uno de los terminales más altos de la Máquina del Caos, y atacó su teclado.

“Aún usas un teclado…” dijo Sandman, mirando a Sparks. “Eso es tan 2003.”

“Pienso mejor cuando estoy tecleando,” contestó Sparks, concentrándose en los monitores que tenía ante él. Se detuvo. “Dije Unidad 731, ¿verdad?”

“Si. ¿Un poco de contexto?” Pidió Sandman. Giró su silla para mirar al otro Banshee.

“731. El programa de armas biológicas de Japón en la Segunda Guerra Mundial. No podía recordar su nombre. Me estaba volviendo loco.”

“Yo lo sabía,” dijo Sandman con algo de orgullo, “pero no me lo preguntaste. ¿Y que hicieron?”

“Intentaron desarrollar un sistema de entrega para una bomba de gérmenes, usando pulgas.”

“Pulgas,” repitió Sandman, con las cejas arqueadas. “A, si. Eran el mejor vector par alas bacterias en aquella época.”

“Pero las pulgas no sobrevivían a la explosión, por lo que en vez de eso crearon una bomba de porcelana,” dijo Sparks.

“Era necesaria una explosión menor para romper el armazón.”

“Menos explosión por dólar,” dijo Sparks, sonriendo. “Por decir algo.”

“¿Qué tiene esto que ver?”

“Demos la vuelta al principio. En vez de entregar una bacteria… ¿Y si usásemos una bomba para dispersar el antígeno?”

“‘Como aprendí a amar la bomba’,” citó Sandman, de forma poco característica. “Solo un problema, Nathan…”

“El sistema de entrega,” dijo Sparks, asintiendo. “Mira esto….”

Esquemas de vectores azules y rojos aparecieron sobre el proyector holográfico de la mesa de Sandman, letras formándose instantáneamente en el aire. El número de serie del aparato en cuestión: GG-0932-39485.

“¿El gadget de Gregory?” Preguntó Sandman, inclinándose para estudiar el diseño. “No puedes estar en serio. Es tecnología de caja negra. Aún no sabemos lo que debía hacer.”

“Solo estamos un poco pez en la fuente de energía, y sabemos que aún funciona. Aparte de eso, es perfecto. Crea un vacío sobre un área del tamaño de una ciudad, y eso no se puede hacer sin una inmensa onda de presión que empuje antes todo lo demás.”

Sandman pensó. “Entonces la bomba extiende el antígeno con la onda inicial de presión, y luego todo se desploma otra vez sobre si mismo.” Puso una cara rara. “La presión negativa no es tan fuerte como la pulsación inicial…”

Sparks continuó pensando. “Necesitaremos manipular la fuerza de la presión para asegurarnos que el antígeno no vuelve también, pero… creo que casi se puede hacer.”

“Sabes cuál es el problema de este plan, ¿verdad?” Preguntó Sandman.

“Solo tenemos una bomba,” dijeron juntos.

 

 

Jueves, 22 de Julio, 2004
1340 horas GMT (2:40 de la tarde, hora local)
Palma de Mallorca, Islas Baleares

 

“¿A dónde dices que se ha ido?” Preguntó Poole, yendo de un lado a otro. Sus pisadas resonaron en el suelo de baldosas blancas y las paredes del vacío baño Turco. 

“No me lo dijo,” contestó Sandman. La imagen del Banshee parpadeó en el reloj de Poole. “Dijo que era importante. Ya sabes como se pone.”

“¿Y esta bomba?”

“Ya está viniendo. Estará aquí antes de que me acabe el café.”

Poole no podía conseguir entender el concepto. “¿De verdad cree Sparks que esta es nuestra mejor opción?”

“Bueno, si, pero…” Sandman hizo una mueca.

“Habla.”

“Hay un momento para las balas, Poole, y también lo hay para las bombas. Ambas son declaraciones. Esta es una gran declaración.”

“Lo sé,” dijo Poole. “Quizás sea el momento de hacer una declaración.” Hizo lo que pudo para mirar a Sandman a los ojos, dadas las circunstancias. “Otra declaración. ¿Solo tenemos uno de estas pepinos?”

“Eso me temo,” contestó Sandman. “Por lo que… una ciudad.”

“¡Una ciudad, que coño! Esto ya no va de salvar vidas. Va de salvar infraestructuras,” cerró el reloj Poole.

Alex estaba sentada al borde de una vacía piscina de una casa de baños, su SIG-Sauer P-229 en la mano. Poole podía ver que estaba distraída, aunque la mayoría de las personas pensaría lo contrario al ver como giraba y daba vueltas a la pistola en una diestra kata marcial. Ella levantó la vista al acercarse el antiguo Majestic, las comisuras de su boca y sus altos pómulos floreciendo con una lenta sonrisa.

Ella notó a Emilio estudiándoles desde un lugar cercano y su sonrisa acabó. Agarró la pistola con un poco más de fuerza.

“De verdad, hombre,” le dijo Emilio a Poole bajo el cañón del Steyr TMP de Félix. Miró hacia Alex. “El infierno no tiene tanta furia como una mujer desdeñada. Pero insistimos en alinearlas como perlas en un hilo…”

Poole se detuvo en seco, volviéndose hacia su cautivo huésped. “Nunca he llevado a una mujer a que asesine, Thorne.”

“Ah…” dijo Emilio. “Entonces no has conocido la verdadera pasión.”

“Que bien, un impresionante Romeo,” dijo Poole. “¿Qué te parece ser el último hombre vivo en Venecia?”

Poole tiró el reloj de Asia a su mano, sorprendiéndola.

“Ha llegado el momento en que debes llamar a nuestro conocido mutuo. Y ten cuidado con lo que dices,” dijo Poole, sus ojos moviéndose hacia Alex. “Ella está deseando quedarse con un trozo de carne de Emilio. Y cargarte los intereses.”

Alex se puso junto a Asia, su pistola colgándola en el costado, golpeando lentamente contra su muslo. Deseaba ser escuchada y la intención de ella era clara.

Asia dio un paso hacia un lado para que la cámara del reloj no captase a los demás, y abrió su tapa. Su prisma de seguridad se despertó, iluminándose, y escaneó su cara. Asia respiró hondo.

La imagen del Dr. Kholera apareció de golpe, flotando sobre el reloj como un enfadado Einstein con el pelo electrificado. “¡Informa!” Gritó, su voz estridente.

“Lo siento, Papá,” rompió a decir Asia. “¿He vuelto a llegar tarde?”

“¿Dónde estás?”

“Palma de Mallorca.”

“¿España?” ¡Deberías estar yendo por América del Norte!”

“Cambio de planes,” dijo ella, tan segura como pudo. “Esas sicóticas niñatas Asiáticas que contrataste llevaron a los Patriots hasta nosotros. Tuvimos que meternos en el primer vuelo que salí—”

“¡Silencio!” Gritó Kholera.

“¡Hey!” Le gritó también Asia. Los ojos de Kholera se abrieron de par en par. “Me pagaste para dar vueltas por ahí a ese mareante playboy durante un par de días, no para aguantar tu incompetente liderazgo. Ahora puedes mandar a alguien a que nos saque de aquí o te puedes meter por donde te quepa tu caprichosa invitación y quemar mi pago, porque desenrollaré la alfombra roja para Poole y su gente. Nos tomaremos un te. Y hablaremos.”

La sala de la piscina se quedó en silencio y el asombro corrió por las caras de todos — de todos excepto la de Emilio. Su cara era inexpresiva, afligido. En la imagen del reloj, los ojos de Kholera se estrecharon hasta formar unas delgadas líneas.

“¡Bah!” Dijo finalmente Kholera, levantando los brazos. “Mandaré a las gemelas. Después de todo, necesitáis aprender a convivir juntas… ¡Quédate donde estás!”

De repente, la imagen del reloj desapareció. Asia le tiró el reloj a Poole y se sentó, tan lejos de Emilio como creyó que sus captores la permitirían.

“Ahora esperamos,” dijo ella.

           

 

Jueves, 22 de Julio, 2004
1415 horas GMT (3:15 de la tarde, hora local)
Ámsterdam

 

“El Hospital” no existía. Su tarjeta de negocios estaba escrita en servilletas y en pequeños trozos de papel, que se daba solo a los que estaban en las ocho cifras declaradas a hacienda y que tuviesen las conexiones correctas. Sus tratamientos tampoco existían, o al menos no hasta dentro de una década. Con un millón de Euros, podían retardar el proceso de la vejez una década usando procesos de rejuvenecer basándose en células madre. Tres millones podían comprar un transplante completo de cara, reestructuración de huellas dactilares, y todos los documentos necesarios. Cinco millones y cualquier enfermedad era un temor del pasado. Bueno, casi todas las enfermedades.

Desde fuera, el edificio de cuatro pisos del Hospital era maravillosamente barroco con extrañas florituras Moras colocadas con exótica elegancia. Dentro, reflejaba lo más avanzado del estudio científico y los avances con un laberinto de relucientes cromados y vidrio. A Sparks le encantaba andar por los pasillos del Hospital, empapándose en el ambiente de intrépida búsqueda científica. No lo visitaba lo suficientemente a menudo. No podía — no como Nathan Sparks — pero el hábil disfraz que llevaba añadía una década a su cara y tripa, y su forjada identificación declaraba que era:

“Sr. Anderson.” El administrador del Hospital dijo el nombre con cierta satisfacción. Su acento era sueco.

“Ya te he dicho,” dijo Sparks, “que es Neolas, por favor.”

“Por supuesto, por supuesto. Es una placer volver a veros.”

“Esto tiene que ser rápido. Solo estoy en la ciudad unas pocas horas.”

“Todo está preparado,” contestó el administrador.

“Excelente.”

La habitación privada estaba llena de los más avanzados equipos de reanimación que podía comprar por ahora el dinero. Un hombre negro tremendamente delgado, y con poblada barba yacía en la cama, su suero alimentándole de un nutriente rico en proteínas para evitar que se degenerase.

“¿Cómo va?” Preguntó Sparks al administrador.

“Bien, considerando como está,” contestó el administrador. “La actividad sináptica sigue creciendo, y hemos ajustado su entrada de oxígeno. Eso parece haber controlado su persistente hypoxia. En cuanto al coma y la parálisis… Los nanobots siguen rescribiendo su haz espinal. Las quemaduras en la columna eran muy graves.”

“Gracias,” dijo Sparks. “Necesito unos minutos.”

“Por supuesto,” contestó el administrador, grácilmente saliendo de la habitación.

Sparks sacó un pequeño aparato electrónico de su bolsillo. Abrió su tapa, mostrando un pequeño monitor de plasma, que se encendió. Un momento después, el aparato conectó con todos los aparatos electrónicos cercanos, y segundos más tarde, Sparks completó un falso bucle en las lecturas de los sensores de diagnóstico. Las enfermeras en el centro de monitorización nunca se darían cuenta que el ritmo del corazón del paciente o su EKG eran distintos a los normales…

“Five, quarto, acht, ci’te, go, neuf, alpha, deux, ni, tango,” dijo Sparks, hablándole al micrófono del aparato. Este transmitió el código muiltilingue al paciente — o, más específicamente, a los nanobots que había dentro de la columna vertebral del paciente — abriendo áreas específicas en su sistema nervioso.

El ritmo del corazón del paciente y su EKG se elevaron y el aparato se volvió loco, recopilando datos que tradujo a un mensaje de texto que apareció en el monitor de plasma:

>¡TE MATARÉ!

“Estoy conectado a tus funciones automáticas,” dijo Sparks, dirigiéndose al aparato. “Un botón y tus pulmones se llenarán de mucosidades. Otro y tu hígado fallará.”

>ME QUIERES VIVO, O NO ESTARÍAMOS AQUÍ.

“¿Estás seguro?” Preguntó Sparks. “No creas que no disfruto despertándome cada mañana sabiendo que estás aquí. Por mi culpa.”

>¿QUÉ QUIERES?

“La Máquina del Caos puede procesar con inigualable velocidad y precisión, pero no puede hacer análisis creativos… Al menos por ahora no.”

>AH… TU PRECIOSO ABACO TIENE LÍMITES. ME NECESITAS.

Sparks nunca sabría como los villanos podían meter arrogancia en los mensajes de texto.

“Y tú me necesitas — al menos si quieres seguir respirando. Me dicen que eso ayuda a pensar.”

>NECESIO MÁS.

“Después de lo de Chernobyl, tienes suerte que no destruyo tus músculos y envío un bucle de dolor a tu mente. Pero no soy un monstruo. ¿Y si me olvido de desconectar tu sentido del tacto durante un tiempo? He oído que la enfermera nocturna da un buenísimo baño con la esponja…”

>…

“Tu dirás”

>VALE.

“La misteriosa bomba de Goodchilde. ¿Cómo manipulas su rendimiento para que la presión positiva distribuya un antígeno viral por toda una ciudad sin que la presión negativa lo chupe hacia dentro?”

>USA LA PRESIÓN HACIA ABAJO DE LA EXPLOSIÓN PARA MINIMIZAR DAÑOS ESTRUCTURALES. LA GRAVEDAD CONTRARESTARÁ LA PRESIÓN NEGATIVA. ES TU SEGUNDO SISTEMA DE DISPERSIÓN. PERO TEN CUIDADO. NORMALMENTE, LA DURACIÓN DE LA EXPLOSIÓN POSITIVA ES UN TERCIO DEL TONELAJE DESTRUCTOR DE LA BOMBA. PERO NO ES ASÍ EN EL CASO DE LA BOMBA DE GOODCHILDE. CALCULA UNA FUERZA PROPORCIONAL DEL 0.93%.

Sparks grabó los datos y mató los sentidos del paciente — todos menos uno, como había prometido. Se metió en un bolsillo el aparato y se sentó junto a la cama, cogiendo la mano del paciente. Esperó. No pasó mucho tiempo antes de que llegasen las lágrimas.

“Gracias, hermanito,” dijo.

           

 

Jueves, 22 de Julio, 2004
1440 horas GMT (3:40 de la tarde, hora local)
Palma de Mallorca, Islas Baleares

 

Poole chocó con fuerza contra la pared de porcelana, la patada giratoria que había chocado contra su estómago una violenta y fuerte picadura. Cayó al suelo, los ojos en blanco y todo su cuerpo quedando inerte.

Debería haber sido un actor, pensó Poole mientras fingía estar inconsciente. Como esperaba, las bellas gemelas Asiáticas estaban demasiado ocupadas con los otros como para acabar de rematarle. Eludieron mortíferas ráfagas de balas, desapareciendo en la nube de vapor que ocultaba la mayor parte de la gigantesca habitación.

Félix aguantaba como podía, pero las chicas trabajaban muy bien juntas. Wakizashis en mano, rápidamente se acercaron, bailando sin esfuerzo entre las balas trazadoras de Félix. Mai-Ling fue la primera en alcanzarle, con una patada producto de una voltereta que casi le alcanzó en la clavícula. Tai-Tzu la seguía de cerca, girando una espada que silbaba y que Félix solo detuvo por poco, gracias al mango delantero de su TMP. Ella había apuntado a su cuello.

La muy afilada hoja pasó por el mango, una cascada de chispas bailando tras ella.

Tai-Tzu arqueó una ceja. “¿Modificado para la lucha cuerpo a cuerpo? Muy bonito.” Ella se giró, desapareciendo en la neblina mientras aparecía su hermana. Justo por detrás de ella, Félix observó otras dos siluetas. Levantó su pistola para dispararles pero llegó un segundo tarde.

Gracias a Dios, pensó, mientras Alex y Asia surgían de la caliente neblina, agarrando a Mai-Ling y desapareciendo de la vista mientras rodaban.

Félix observó a su alrededor. El vapor tenía sus ventajas. No se podía utilizar la visión térmica; aquí dentro, todo era la vieja visión de los ojos.

Una patada giratoria chocó contra su mentón, enviándole contra la pared que tenía detrás. Tai-Tzu aterrizó donde él acababa de estar, levantando su espada para acabar con él.

Por supuesto, esto se está alargando, añadió Félix. Quizás sea el momento para los contactos.

“Estamos jugando con vosotros, sabes,” dijo Tai-Tzu. “Sois los muñecos de practicas de hoy.”

Félix disparó una línea de balas ante los pies de Tai-Tzu. “Eso me ha dolido,” dijo. “Yo nunca practico.”

Ella saltó, sobre la ráfaga de balas y al costado de Félix, dándole un fuerte puñetazo en el cuello con su mano izquierda.

“Quizás debieras,” dijo ella, poniéndose ante él. Él vagamente se daba cuenta que su pistola ya no disparaba. Cosquillas corrían por su pecho y bajaban por sus piernas y brazos, y su mano quedó inerte, dejando que el arma cayese al suelo.

Tai-Tzu levantó su espada, concentrándose, afilando su Filo. Su golpe claramente diseccionaría el lóbulo izquierdo del derecho en el cerebro del Australiano. Go estaría tan orgulloso…

Félix vio chispas cuando otra hoja interceptó el golpe de gracia.

“Tai,” dijo Emilio. Blandía una delgada vaina de espada, la espada que había desviado el ataque de la gemela. Miró a Félix. “¿No te importa si intervengo?”

Félix no pudo hacer más que bajar la cabeza mientras Emilio empujaba a Tai-Tzu lejos de su presa.

“¡Amor!” Tai-Tzu permitió al delgado playboy que la empujase. “Mai-Ling está cerca. ¿Quizás quieras hacerlo entre los tres esta vez?”

A Emilio se le iluminó la cara con lo que obviamente era una falsa sonrisa. “Bonitos pasos, Tai.”

“¿No te has enterado?” Dijo ella. “Somos especiales.”

“Si, lo soís.” Emilio notó que la gemela empezó a oscilar. “Pero seguís siendo humanas.”

Tai-Tzu cayó al suelo de la casa de baños. Intentó volver a ponerse en pie, pero las fuerzas abandonaron sus brazos.

Esa es la segunda cosa para que sirve muy bien el vapor… pensó Félix, recuperándose del golpe que le habían dado en el sistema nervioso.

“Anestesia mezclada con el vapor,” le dijo Emilio a Tai. “Luchas con fuerza, aspiras con fuerza. Todos hemos sido inmunizados, claro.”

Finalmente, los brazos de Tai se quedaron sin fuerza alguna y ella cayó tendida en el suelo, sus ojos dando vueltas, intentado enfocarse. Emilio avanzó, encogiéndose de hombros, como pidiendo perdón.

C’est de bonne guerre,” dijo, sacando la aguja hipodérmica de un bolsillo de cremallera. Clavó la aguja en el brazo de ella y tiró de la jeringuilla, metiendo un chorro de sangre roja en el cristalino tubo.

Los demás aparecieron por entre la neblina, Poole llevando una segunda jeringuilla llena de sangre. La dio unos golpecitos, triunfante. Emilio levantó al suya e hicieron un mórbido brindis.

“Nuestra chica se escapó, pero no antes de que la ordeñásemos,” dijo Asia, poniéndose junto a Emilio. Este la ignoró, ayudando a ponerse en pie a Félix mientras este daba patadas para hacer que desapareciese de su cuerpo el golpe a su sistema nervioso.

“¿Dónde está la tuya?” Preguntó Asia.

La cabeza de Emilio se giro rápidamente hacia donde yacía Tai, y solo se encontró con el vacío suelo. Sonrió bobamente.

“Especial,” susurró.

           

 

Jueves, 22 de Julio, 2004
1520 horas GMT (4:20 de la tarde, hora local)
Ámsterdam

 

Sparks corrió por el pasillo hacia el laboratorio científico al hacer temblar el Edificio de Iluminado Futuro la primera explosión, hacienda que cayesen varias ventanas. Sonó la alarma general y puertas de seguridad se cerraron con fuerza en todas direcciones. La electricidad parpadeó y se atenuó la luz, pero entraron los generadores de emergencia, iluminando los pasillos con una luz lúgubre. Sparks encontró el panel intercomunicador y tecleó el código de Sandman.

“¿Qué está pasando?” Gritó.

“Pitfall está en la puerta y Century no acepta un no como respuesta,” contestó Sandman, el sonido de disparos repentinamente acentuando sus palabras. Otra explosión hizo temblar el edificio.

“¿Cómo nos han encontrado?” Dijo Sparks.

“Ni idea, pero tienes que admitir que se están volviendo endiabladamente buenos en esto.”

“Estos idiotas nos han retrasado más que Kholera. Cuartel general,” dijo Sparks. “Suelta los virus Martillo-de-Toro, Código Obsidiana.”

“¡Eso afectará la electricidad de toda la ciudad!”

“También afectará a sus radios, hará que sea más difícil para Pitfall coordinar a su gente. ¡Ahora, ve!”

“Espera… ¿y tú?”

Pero Sparks ya corría hacia los seguros laboratorios, usando sus códigos de acceso para pasar por las puertas selladas que había en el camino. Si no llegaba a los laboratorios antes que los intrusos, nada importaría. Las muestras de sangre, la bomba… Todo se perdería.

Incluyendo el mundo.