Vínculos Rotos

Agenda de Extinción – 6ª Parte

 

por Lucien Soulban

 

Traducción de Peter Banshee

 

Jueves, 22 de Julio, 2004
1732 horas GMT (8:32 de la tarde, hora local)
Copenhague, Dinamarca

El 414 de la calle Bulder era pequeño y sin pretensiones, sus ventanas tintadas. Las muchas amplias habitaciones que había allí escondidas tras su fachada sin pretensiones estaban confortablemente amuebladas, listas para aceptar a los rezagados forasteros que periódicamente las llamaban hogar. Por el momento permanecía en silencio, vacío. Habían pasado muchos meses desde que alguien necesitase su cobijo rescatador, desde que un Banshee había aullado en la noche, huyendo de una operación fallida o de un ataque Pitfall.

Esta noche era diferente. La puerta principal se abrió de golpe, chocando contra pared mientras varios hombres entraban llevando a los heridos en la lucha. La sangre les siguió por un reguero sobre el suelo de roble, manchando las blanqueadas manchas de incontables otros que habían venido antes.

El 414 de la calle Bulder recordó, y lloró.

“Por ahora, aquí estaremos a salvo,” dijo Sandman. Dejó su frágil carga sobre uno de los sofás del salón.

Sparks entró pesadamente después, un brazo alrededor del hombro de Félix para apoyarse y con la otra mano agarrándose la palpitante herida de bala que tenía en la pierna. Se soltó y se dirigió dolorosamente hacia una pared cercana, mirando fijamente a los ojos de una lámpara de pared en forma de gárgola. Segundos más tarde, un escaner de retina brilló en los ojos del ornamento de la lámpara y el 414 de la calle Bulder gruñó, despertándose, sus paredes empezando a moverse alrededor de los recién llegados. Sorprendido, Félix se puso en pie en la escalera principal, donde se había dejado caer, la toba de un pitillo ardiendo entre sus labios. Rodó por el suelo al desaparecer la escalera en el techo, revelando bajo ella un oscuro corredor, y sus ojos se endurecieron de asombro cuando se encendieron en el corredor unas luces, iluminando un camino que se adentraba en la tierra, bajo el edificio.

“¡No está hambriento, verdad?” Murmuró Félix. Miró de reojo a Sparks, que le sonrió.

El 414 volvió a temblar, aullando de alivio al desembarazarse del último trozo de su piel mundana. Por todos lados, cada pared y superficie había cambiado, enrollándose o desapareciendo de la vista para mostrar montones de filas de monitores de ordenador y puestos digitales. Todos cobraron vida al mismo tiempo, como si fuese una hambrienta bestia a la que se la había alimentado con un bistec sangrante al final de una gran hambruna, y los Banshees fueron andando, cojeando, y arrastrándose a su cariñoso abrazo, retomando la primera línea — su primera línea, allí donde los Pitfall temían ir.

“¡Hollywood!” Gritó Poole, entrando en la sala principal y buscando al médico Banshee. “Cuando puedas…”

Lynx estaba en los brazos del Patriota, su cazadora de vuelo empapada. Estaba inerte, su cara no tenía el poco color que solía tener. Poole de se dirigió a la baja mesa que estaba en el centro del salón y le dio una patada al carísimo centro holográfico, despejando el camino. Dejó a Lynx sobre la mesa, con cariño besó su frente, y se quedó un segundo allí, para llorarla, en caso de que luego no hubiese tiempo. Hollywood llegó y Poole se puso en pie, dirigiéndose a uno de los puestos de control.

“Háblame, Sandman.” La emoción de Poole había desaparecido.

“Está mal,” contestó el Banshee. Por encima de ellos aparecían en un monitor imágenes de las noticias, mostrando el caos que rodeaba el Edificio de Futuros Iluminados. Helicópteros Pitfall giraban alrededor de los destrozados pesos superiores, buscando sobrevivientes. El tejado estaba lleno de actividad, donde los VIPs aterrizaban para recoger su premio. El brillante gigante había caído, y en algún lugar en las profundidades de su estómago, el corazón de terabits del mundo palpitaba como una fragmentada ametralladora, esclavo de un nuevo señor.

“¿Qué pueden hacer con él?” Preguntó Alex. Su entrada fue tan silenciosa como siempre; incluso Poole registró una momentánea sorpresa.

“¿Qué es lo que no pueden hacer?” La voz de Sparks era la de un destrozado tono de un padre sin hijo. “Es… todo. Es todos nosotros.”

“No por mucho tiempo,” dijo Poole. Las noticias volvieron a la información principal de ese día — El Último Día, lo llamaban, El Día Para Acabar Con Todos los Días. Esta noche, un sudario se extendía sobre el planeta, imágenes llegando desde todo el mundo… Shanghai, Ciudad de Méjico, Monte Carlo… Disturbios sangrantes mientras la plaga echaba raíces, seguidos por masacres al volverse la muchedumbre contra si misma, destrozándose entre ellos hasta que solo quedaban los menos afortunados, atrapados bajo el peso de sus cada vez más hinchados cuerpos, que pronto serían cadáveres.

Una docena de los cementerios más grandes que haya visto el mundo, creados en una noche, pensó Félix, y hay más en camino…

Las noticias empezaron con los números de muertos, con las nuevas subidas extendiéndose desde las destrozadas ciudades como un tsunami — con una sola excepción.

“Disturbios en Ámsterdam…” dijo Alex.

“Esos malditos estúpidos,” gruñó Poole. Una leve e insidiosa sonrisa apareció en su cara.

“Han puesto en peligro nuestra cuarentena,” se dio cuenta Sparks. “Todos estamos expuestos.”

“Lo más posible es que ya lo estuviésemos, y esto…” dijo Poole, asintiendo, “Podemos usarlo. ¡Bishop!”

El musculoso soldado Británico entró desde una cercana habitación, cargando una escopeta. “Bonita armería, Sparks. Aunque podías tener algo más de cosas para el sabotaje.”

“¿Cómo ha…?” Sparks se dirigió a la puerta, mirando detrás del soldado. Se echó hacia atrás al ver la sorprendente escena con la que se encontró. “Esa habitación era… Y… tú…”

“Déjalo, chico,” dijo otro Shadow Patriot al pasar a su lado, dirigiéndose hacia las reservas de armas. “Bishop puede oler pólvora a cuatrocientos metros de distancia en medio de una granizada de lluvia ácida.”

Bishop sonrió, deslizando el resbalón de su arma, y Sparks retrocedió. Lentamente.

“¿Has acabado?” Preguntó Poole, conteniendo una sonrisa divertida. Giró su cabeza hacia el televisor que estaba dando las noticias. “¿Qué pinta tenían sus tropas al salir?”

“Mejor que nosotros,” contestó Bishop.

“¿Qué posibilidades crees que tenemos?”

El severo comportamiento de Bishop se rompió. “¿Ahí?” Preguntó, mirando al monitor.

Poole asintió.

“Pocas,” dijo Bishop. Observó la habitación, mientras seguían entrando heridos. Agitó la cabeza. “Pocas.”

“¿Qué otras opciones tenemos?” Le preguntó Poole a Sparks. “¿Cómo extendemos la cura?”

“No tengo nada, viejo amigo. Sin la bomba, no hay nada que hacer.”

“¿Bomba?” Preguntó Alex, de repente su voz era aguda y nerviosa. “Eso es algo extremo, ¿no?” Miró a Poole. “¿Incluso para ti?”

“No es lo que piensas, cariño,” dijo Poole. Tras él, Sandman puso en pantalla el material que transmitía la Unidad 731 de Sparks. Imagen tras imagen pasaron por el monitor, mostrando el muy poco convencional plan para detener el apocalipsis del Dr. Kholera.

“¡Espera!” Dijo Alex. “Retrocede unas cuantas imágenes.”

Sandman hizo retroceder las imagines hasta que Alex le pidió detenerse — en un esquema técnico del mecanismo de Sparks: la extraña ‘bomba de vacío’ que aún descansaba en el Edificio de Futuros Iluminados, justo debajo de las narices de los Pitfall.

Poole miró a Alex. La imagen la decía algo. “¿Has visto esto antes?”

“No exactamente,” dijo ella en voz baja. “Esta es diferente, pero el diseño básico… ¿De dónde lo habéis sacado?”

“Gregory Goodchilde,” dijo Sparks. “¿Dónde has visto una así?”

“No vi una,” dijo ella. “Encontré cientos.”

 

 

Jueves, 22 de Julio, 2004
1942 horas GMT (10:42 de la noche, hora local)
Copenhague, Dinamarca

 

“¿Estás seguro de que esto funcionará?” Poole estaba cerca, demasiado cerca para los investigadores Banshee, cuyas vidas hasta hoy habían sido solitarias, agradablemente vividas en remotas celdas limpias sin nadie más que contagios de Nivel 4 de Bio-Seguridad para hacerles compañía.

Los investigadores asintieron nerviosamente, al unísono. Poole no sabía si le estaban siguiendo la corriente o si solo esperaban que se fuese.

“La constante mutación es un problema, señor,” dijo uno de ellos, “pero las muestras que nos dio fueron suficientes para aislar los huecos vacíos en el código genético del virus.”

Los ojos de Poole se pusieron en blanco, solo un poco.

“Tenemos el antígeno, señor.”

“Estupendo. ¿Qué hay de la producción?”

“Es difícil, señor, pero creo que ya lo tenemos. Por supuesto, estamos usando técnicas experimentales… Bombardeos de pulsaciones ultravioletas, hiper-generación de células-raíz…”

Los ojos de Poole se entrecerraron.

El investigador anónimo se cayó y volvió a su trabajo. “Actualizando las otras células, señor.”

Poole asintió y salió de la habitación, bajando por las escaleras centrales del edificio. Félix le alcanzó en el primer rellano y siguió bajando con él mientras se dirigía al piso del nivel de calle.

“Tenemos unas cuantas docenas de personas listas para entregar las bombas,” dijo Félix.

“No son suficientes.”

“Es toda nuestra gente y las que tienen Alex y Nathan.”

“Usa algunos favores que no deban. Olvídalo, solo diles a todos los que conocemos que tienen la llave de un vehículo que si no quieren despertarse mañana siendo gelatina, tendrán que entregar nuestra mercancía. Y consígueme a Hellcat. La necesitaremos.”

La sorpresa de Félix era evidente. “Juró nunca más trabajar contigo.”

“Hoy lo hará.”

“Te intentó matar.”

Poole se detuvo al pie de las escaleras, mirando con fiereza a su leal amigo. “Kholera no va a ganar. No mientras yo siga respirando. Dile a Hellcat que me tiene que llevar, y que quizás no vuelva. Quizás eso la gustará.”

“¿Sigues vendiendo lo que no puedes dar?” Dijo Alex. Estaba lo suficientemente cerca como para haberles oído, ante la mesa del salón donde estaba alineando filas de pistolas y de ametralladoras, todas recién limpias y lubricadas. Varios agentes Banshee, Patriots, y Krypt estaban cerca, estudiando los planes de batalla para asaltar la fortaleza en la isla del Dr. Kholera, sus planos proporcionados por Asia Aragassi antes de que cayese el Edificio de Futuros Iluminados. “Todo el mundo sabe que no vas a morir.”

Poole intentó en vano ocultar que eso le había molestado. Ahora mismo no podía ocuparse de Alex.

La débil sonrisa de Alex se difuminó. Ella sintió el deseo de él de dejarlo por ahora, pero a ella nunca la había gustado esperar. “¿Vamos a hablar de esto?”

Félix desapareció escaleras arriba y los estrategas reunidos se acercaron a sus mapas y notas. “¿De qué hay que hablar? Me mentiste.”

“No estaba preparada.”

Poole se la acercó y bajó su voz. “Esas bombas… Esas bombas salieron de una Ciudad Acorazada, Alex. Yerik las construyó, y tú lo sabías.”

“Seguía buscando. Sigo buscando. Aún no sé para que las quería.”

“Me prometiste que si encontrabas algo, me lo dirías. Me prometiste que encontraríamos juntos al que le mató.”

Alex puso un gesto de dolor, sus propias palabras golpeándola a través del tiempo. Ahora era diferente — tan diferente a cuando habían hecho esa ridícula promesa. Tanto había cambiado; habían salido a la luz tantos secretos. Ella no había acabado de rebuscar, y no estaba preparada para hacer partícipe a nadie más. Si el resto salía a la luz, si cualquier otra persona supiese lo que ella ya sabía…

“Nathan, Richard,” dijo  Sandman, ante su monitor al otro lado de la habitación. “Quizás queráis ver esto.”

Al llegar ambos, vieron una ventana de mensajería instantánea abierta en una esquina del monitor de Sandman, una increíble serie de palabras escritas dentro de esa ventana…

>TERMINAL F.I. Nº23984: Aquí Thorne. Edificio capturado, pero estamos a salvo. Por favor, aconsejarnos que debemos hacer.

“Está vivo.” Dijo Alex, su sorpresa entrelazada con algo que Poole no sabía identificar.

“¿Estás seguro que es él?” Preguntó.

Sandman asintió. “Todos los teclados del edificio registran las huellas dactilares. Estas son iguales a las que tomamos mientras estabais interrogando a La Rosa.”

“Pregúntale si puede llegar al hangar,” dijo Poole.

“¿Por qué?” Preguntó Sparks.

“Ahí es donde está la bomba de Goodchilde.”

“¿Bromeas?”

“¿Tienes una idea mejor? Pitfall tiene un ejército alrededor del edificio. Esta es nuestra única oportunidad de salvar la ciudad.”

>SANDMAN: Entendido. ¿Puedes llegar al hangar del edificio?

Durante varios largos momentos el cursor parpadeó sin responder.

>TERMINAL F.I. Nº23984: Creo que si.

>SANDMAN: Hay un aparato en el hangar lleno de una cura para el virus.

“Esa era una cepa primitiva,” dijo Sparks. “No sabemos si funciona.”

“No sabemos que no funciona,” dijo tranquilamente Sandman.

>TERMINAL F.I. Nº23984: Me pongo en marcha.

 

 

Jueves, 22 de Julio, 2004
1957 horas GMT (10:57 de la noche, hora local)
Copenhague, Dinamarca

 

>TERMINAL F.I. Nº23984: He llegado.

>SANDMAN: Bien. Enviando esquemas e instrucciones.

El cursor parpadeó durante varios largos momentos más mientras la gente se reunía alrededor de la consola de Sandman. Desde que los Banshees se habían separado de la Agencia Central de Inteligencia U.S.A., habían pasado de un cuartel general a otro, pero solo habían llamado hogar a el Edificio de Futuros Iluminados. Ahora, en lo que parecía ser su peor momento, recaía sobre un criminal común salvar su pasado, y a todo lo que se podían agarrar era que parecía cualquier cosa menos común.

>TERMINAL F.I. Nº23984: Tus esquemas no se parecen al aparato. Aconsejarme, por favor.

“Eso es imposible.” Susurró Sandman, comprobando otra vez sus expedientes.

Sparks buscó las respuestas en otro lugar. “¿Qué hiciste, Richard?”

“Lo que era necesario,” dijo Poole. “Si no puede activar esa bomba en los próximos cuatro minutos, se activará el seguro.”

“¿Qué seguro?”

“Ha instalado una bomba de seguridad,” dijo Sandman, leyendo la descripción de Thorne en su monitor. “Es una bomba nuclear táctica — y no hay tiempo para desmontarla.”

“Loco hijo de puta,” dijo Nathan, preparado para darle un puñetazo.

“¡Piensa en ello, Nathan!” La voz de Poole se elevó y profundizó. “Si no detenemos ese virus — lo destruimos — entonces nada de lo que hagamos aquí importa.”

“¿Y las otras bombas?” Preguntó Alex.

“Lo mismo,” dijo Poole. “Algunos de tu gente también me deben favores.”

>TERMINAL F.I. Nº23984: Aconsejarme, por favor.

“¿Qué le decimos?” Preguntó Sandman.

“No le digas nada,” dijo Poole. “En este momento, está muerto de una forma o de otra.”

Alex miró mal a su amante, preguntándose como había caído en sus redes. ¿Había confundido obsesión con fuerza? ¿O era demasiado débil para saber cual era la diferencia?

Sandman ignoró la sugerencia de Poole y tecleó una respuesta. Puede que Thorne haya iniciado todo esto, pero no lo hizo a propósito. Se merece la verdad.

>SANDMAN: Aparato alterado y en cuenta-atrás. No ha forma de desmontarla.

>SANDMAN: Lo siento.

“Esperemos que estalle,” dijo Poole, “y que tus cepas primitivas funcionen. Quizás solo perdamos el centro de la ciudad.”

Varias cabezas miraron al suelo o miraron hacia otro lado. Sparks estaba paralizado. Debería haberlo adivinado. ¿Cómo podía haber estado trabajando durante tanto tiempo con Poole y no haberlo adivinado?

>TERMINAL F.I. Nº23984: Me gustan tus ventanas. Bonita vista. Es una pena que no pueda ver el atardecer.

“Dios mío,” dijo Alex, cerrando los ojos mientras esperaba.

Un momento más tarde, la ventana del mensaje se cerró.

>CONEXIÓN PERDIDA