Engaño

 

por Rich Wulf

 

Traducción de Mori Saiseki

 

 

 

Siempre acababan las cosas de esta manera. Las alianzas se forjaban durante el día por hombres y mujeres con estudios. Promesas eran tejidas bajo la luz de la luna por hombres y mujeres sutiles. La rueda de la política giraba alrededor de grandes individuos, que podían ser obvios o sutiles, pero al final las cosas más importantes siempre acababan de esta manera.

            Shosuro Omezo se agachó entre las vigas y sopesó el ninja-to que tenía en la cadera. Era una buena espada, no tan refinada como una katana, pero la prefería por su equilibrio. Los ojos de Omezo estaban sin vida tras su máscara de tela. Un hombre más débil podría haber sentido remordimientos por hacer lo que Omezo había hecho, pero a él no le importaba.

            Una sombra pasó por debajo de su posición. Reconoció el modo de andar de la que se acercaba, era la que había estado esperando. La chica Unicornio, Moto Hanzhi.

            Omezo esperó tres segundos más y se dejó caer de las vigas con una mano sobre su espada.

            Solo había una manera de resolver verdaderamente los problemas.

 

 

La Noche Anterior…

 

Moto Hanzhi andaba por las salas de Shiro Moto con una practicada expresión de aburrimiento. Le era difícil, ya que el hogar de su familia era uno de los lugares más impresionantes de todo Rokugan. Era el más nuevo de los hogares ancestrales de las familias de los Grandes Clanes, un incomparable monumento a la infinita Gloria del Khan. Era una sorprendente mezcla de extraña arquitectura gaijin y el estilo tradicional Rokugani, impresionante incluso para los Unicornio, que estaban acostumbrados a esas cosas. Torres en forma de bulbos de cebolla intentaban alcanzar el cielo junto a pagodas de muchos pisos. Una muralla de mucha altura rodeaba el palacio por todos lados, dando una impresión de estabilidad y poder. Pero una Moto no podía permitirse parecer asombrada ante lo que era, ostensiblemente, su propio hogar.

            El hombre que buscaba, Doji Takeji, estaba ante un exótico tapiz que mostraba una escena de doncellas a caballo, cabalgando en círculo alrededor de una alta torre, mientras fuego llovía del cielo. Takeji era más joven de lo que se esperaba Hanzhi, un hombre de pelo claro con los típicos rasgos elegantes de su familia. Llevaba finas túnicas de seda azul pálido, que favorecían su delgada figura.

            Konnichiwa, Takeji-san,” dijo Hanzhi, deteniéndose para inclinarse ante el Grulla. “En el nombre del Khan, te doy la bienvenida al hogar de mi familia. Soy Hanzhi, prima del Khan. Hablo por él en su ausencia.”

            “Me alegra conocerte, Hanzhi-san,” contestó Takeji con una reverencia. “Tu hogar es extraordinario. Nunca había visto un lugar como este.”

            Hanzhi sonrió educadamente. “Muchas gracias,” contestó, “pero debo confesarte que este no es nuestro verdadero hogar.”

            “¿No?” Preguntó Takeji, sorprendido.

            “El hogar de un Moto son las onduladas llanuras,” contestó. “Siempre buscamos el siguiente horizonte. Este palacio no es nada más que algo cómodo, para que nuestros primos de los demás clanes puedan llegar más fácilmente al Khan.”

            “Ya veo,” contestó Takeji. “Entonces me impresiona aún más que hayáis hecho un esfuerzo tan grande para impresionar a vuestros invitados, especialmente porque este es el más nuevo de los palacios de los Grandes Clanes.”

            “Ese es el legado de Gaheris Khan,” contestó Hanzhi. “Fue él el que decidió que si era necesario que los Moto tuviesen un hogar, solo rivalizaría con el del Emperador… y eso solo se añadió por cortesía al Hijo del Cielo.” Ella volvió a sonreír. “Aunque, por supuesto, eso es solo una leyenda. ¿No es tu propio Kyuden Doji al menos igual de bello?”

            “La Estimada Casa es una joya, eso está claro,” contestó Takeji, “pero cuanto más miramos a una joya, deja de brillar en nuestros ojos. Me temo que estoy muy acostumbrado a la belleza de mi propio hogar.”

            “Entonces soy una afortunada,” contestó Hanzhi. “Estoy mucho tiempo cabalgando con los ejércitos Khol, por ello aún encuentro maravillas aquí.”

            “Entonces deja que te ofrezca una para que añadas a la colección de tu primo,” dijo Takeji. Metió la mano en su túnica y sacó una pequeña caja lacada. “Una caja de raro incienso, cultivado en los campos Asahina. Es deseo de mi señor Munemori que su aroma pueda llevar la misma paz al tempestuoso espíritu de Chagatai que tanto atesoran los Asahina.”

            “Un regalo peculiar,” contestó Hanzhi, estudiando el dibujo de la caja pero no hacienda movimiento alguno para aceptarla. “Mi primo es un señor de la guerra.”

            “Entonces la serenidad es incluso más valiosa para él,” contestó Takeji. “¿Qué mejor recompensa tras una batalla bien luchada que la promesa de paz?”

            “El Khan contestaría que la victoria en la batalla es su propia recompensa,” contestó Hanzhi.

            “Entonces quizás la simplicidad de este regalo atempere su ardiente alma,” dijo Takeji, “o al menos le resulte gracioso. En cualquier caso, deja que renueve este regalo la amistad entre nuestros clanes.”

            Arigato, en nombre de mi primo,” contestó Hanzhi, inclinándose mientras aceptaba la caja. “El Khan apreciará este gesto. A veces creo que los Unicornio tienen pocos amigos desde que intentamos recuperar Kaeru Toshi. Pero esto es lo que has venido a discutir, ¿verdad?”

            “Así es,” contestó Takeji, “pero debo admitir sorpresa al escuchar que estáis sin aliados. Mi señor me informó que habría varios embajadores Escorpión aquí, y que el Clan Cangrejo no ha dejado de apoyar al Khan en las cortes. Me habían dicho que Hida Kuon ofreció una legión de sus samuráis veteranos para apoyar al Khol en Kaeru Toshi.”

            Hanzhi sonrió rígidamente, escondiendo su sorpresa de que los Grulla estuviesen enterados de los acuerdos de Chagatai. “¿Quién te ha dicho eso?” Preguntó.

            “Mi señor, Munemori-sama,” contestó Takeji. “Es posible que no tenga ni el rango ni sea tan conocido como Kaukatsu, pero no hay mucho que ocurra en el Imperio que él no sepa. Si no lo sabías, pido perdón por sorprenderte. Comprendo que el Khan debe guardar bien sus secretos.”

            Hanzhi se inclinó, aceptando las disculpas, escapando de su pequeño engaño gracias al resquicio que dejaba la disculpa. “En cualquier caso, aunque sea como tú dices, una legión de tropas Cangrejo solo puede hacer un poco, pero no todo. Seguro que Chagatai no amenazaría a los defensores de la Muralla, arriesgándoles en primera línea.”

            “Ni creo que les insulte apartándoles de la batalla,” dijo Takeji. “Ambos sabemos la verdad – el Clan Unicornio no necesita tan desesperadamente aliados como te gustaría hacerme creer. Meramente buscas una ventaja.”

            “Igual que hacen todos,” dijo Hanzhi frunciendo el ceño. “Como hizo Doji Masaru en Toshi Ranbo, ofreciendo tropas Grulla para relevar a los León de sus esfuerzos allí, para que así se dedicasen mejor a matar a mis compañeros de clan. De la misma forma, tú buscas ventaja al reunirte ahora conmigo. ¿Pretenden los Grulla aliarse con ambos lados en esta guerra?”

            Takeji abrió su blanco abanico de seda y volvió a estudiar el tapiz. Sus piró profundamente antes de contestar. “Así,” dijo. “Ahora ambos conocemos todas las alianzas de nuestros clanes. ¿No es eso un alivio? ¿Exponer nuestro mutuo engaño para que podamos ir a la verdad que hay tras nuestros asuntos aquí?”

            “Contesta mi pregunta, Doji,” dijo ella. “¿Buscan los Grulla traicionar al León o engañar al Unicornio?”

            “Que generalizaciones,” contestó Takeji. “¿Debe ser una u otra?”

            “Solo hay una sola posibilidad mas,” dijo Hanzhi. “Que tú no representes los intereses del Grulla.”

            Takeji inclinó un poco su cabeza, como impresionado por su conclusión. “Es verdad, represento los intereses de un Grulla en especial, pero ese Grulla no es Doji Kurohito. Kakita Munemori posee mucha riqueza e influencia. Lo que tienes que reconocer, Hanzhi-san, es que aunque somos Grulla y Unicornio, no somos el Grulla ni el Unicornio. Al final, todos tenemos que tomar nuestras propias decisiones – pero nos podemos ayudar entre nosotros sin traicionar nuestros clanes.”

            “Entonces cuéntame mas,” contestó Hanzhi, cruzándose de brazos y mirando con cautela al Grulla. Su primo la había avisado de que Munemori era un impredecible, aunque potencialmente valioso, aliado. Hasta ahora su vasallo había cumplido con la primera de esas expectativas.

            “Como sabes, tradicionalmente mi clan no ha estado dispuesto a abrazar las culturas de las tierras de más allá de las fronteras de Rokugan,” dijo Takeji. “En los últimos años, esa tradición se ha relajado mucho. Ahora tenemos buenas relaciones tanto con las tribus Yobanjin como con los Reinos de Marfil. Mi señor ha llegado a varios acuerdos comerciales con individuos de ambas naciones… todos perfectamente legales, por supuesto, nada que viole el Edicto Imperial.”

            “Por supuesto,” dijo Hanzhi.

            “En cualquier caso, Munemori-sama está interesado en ampliar sus horizontes,” continuó Takeji. “Creo que los Moto aún tienen relación con las tierras que hay más allá de las Arenas Ardientes, incluyendo a los Senpet y a los Mekhem. Tenemos gran interés en probar la cultura y recursos de esas tierras, y a cambio podemos comerciar con algo de lo que hemos obtenido de los Reinos de Marfil y de los Yobanjin.”

            “Creo que el Khan estaría muy interesado en un acuerdo así,” dijo pensativamente Hanzhi, “pero necesito conocer más detalles. ¿Qué ofreces?”

            Munemori no tiene nada que ofrecerte,” dijo una dura voz. “Es un viejo adulador, amargado porque su incompetencia le impidió obtener el puesto de su predecesor, Yoshi, en la corte. Ahora busca solo engañarte para aumentar su valía ante el León.” Un hombre delgado vestido con un kimono muy negro salió de una habitación del pasillo. Tenía la cara cubierta con una máscara de seda.

            Takeji levantó la mirada, frunciendo el ceño irritado, pero Hanzhi miró al Escorpión sin ira, ni sorprendida.

            “Esperaba haber podido discutir los asuntos can algo de privacidad, Hanzhi-san,” dijo Takeji, su calmada voz ahora entrecortada y abrupta.

            Omezo-san,” dijo Hanzhi al embajador Escorpión. “¿Qué te ha hecho deambular por esta parte del castillo?”

            “La curiosidad,” contestó. “Deseaba ver todo lo que podía dentro de este maravilloso lugar. Veo ahora que ha sido recompensada mi curiosidad. Debo advertirte que no debes confiar en lo que te dice el Grulla. Conozco a su señor. Es un intrigante, un cotilla, y un libertino, el hazmerreír de la Corte Imperial. No te puede ofrecer nada que justifique el riesgo de confiar en un clan aliado con el León.”

            Takeji sonrió con los labios apretados. “Dices que conoces a mi señor,” contestó, “pero tus palabras demuestran tu ignorancia. ¿Quién es este hombre?”

            Shosuro Omezo, embajador del Clan Escorpión,” dijo Hanzhi. “Él también ha llegado recientemente a esta casa como invitado del Khan.”

            “Y estoy contento de poder pagar la hospitalidad de la familia Moto impidiendo una alianza tan mal concebida,” dijo Omezo. “Como el propio Takeji ha demostrado, los Unicornio verdaderamente no necesitan aliados. ¿Por qué arriesgarse con alguien tan cuestionable como Munemori?”

            Hanzhi miró a Takeji, esperando una respuesta.

            “Ridículo,” dijo Takeji suspirando. “¿He perdido el tiempo viniendo hasta aquí? Unicornio y Grulla ya han sido aliados en otras ocasiones. Pensaba ganarme el beneficio de la duda ofreciéndote antes este premio. En vez de eso, se me cuestiona. Quizás iría mejor servido si ofreciese esto a los Mantis. ¿Es eso lo que deseas, Escorpión? ¿Más poder en las manos Mantis?”

            “No creo que lo que ofreces merezca la pena tener, Grulla,” dijo Omezo encogiéndose de hombros. “No me importa nada con quién te alíes.”

            Hanzhi-san, ¿permitirás que me insulten así en tu casa?” Dijo Takeji con desprecio, fríos ojos azules fijos sobre el Escorpión.

            “Por supuesto que no,” siseó Hanzhi. “Omezo-san, déjanos en paz. Al insultar así a Takeji no haces nada por impedir que permanezca aquí – pero si pones en peligro tu permanencia.”

            Omezo miró desconcertado a Hanzhi, y luego se inclinó profundamente. “Entonces te pido perdón, Hanzhi-san,” dijo. “He sido muy presuntuoso. Confío en que tu propia perspicacia te llevará a la misma conclusión que yo te he ofrecido. Si me necesitas, estoy a tu disposición.” El Escorpión dirigió una última mirada desdeñosa al Grulla, y luego se fue.

            “Un hombre extraño,” dijo Takeji. “Creo que tiene algo contra mi señor.”

            “No es raro que hombres poderosos hagan muchos enemigos,” contestó Hanzhi, “y también aliados. Cuéntame más sobre esta oferta de alianza.”

            El Grulla sonrió.

 

 

Siempre acababan las cosas de esta manera. Las alianzas se forjaban durante el día por hombres y mujeres con estudios. Promesas eran tejidas bajo la luz de la luna por hombres y mujeres sutiles. La rueda de la política giraba alrededor de grandes individuos, que podían ser obvios o sutiles, pero al final las cosas más importantes siempre acababan de esta manera.

            Shosuro Omezo se agachó entre las vigas y sopesó el ninja-to que tenía en la cadera. Era una buena espada, no tan refinada como una katana, pero la prefería por su equilibrio. Los ojos de Omezo estaban sin vida tras su máscara de tela. Un hombre más débil podría haber sentido remordimientos por hacer lo que Omezo había hecho, pero a él no le importaba.

            Una sombra pasó por debajo de su posición. Reconoció el modo de andar de la que se acercaba, era la que había estado esperando. La chica Unicornio, Moto Hanzhi.

            Omezo esperó tres segundos más y se dejó caer de las vigas con una mano sobre su espada.

            Solo había una manera de resolver verdaderamente los problemas.

            Engaño.

            Omezo estabilizó la katana que tenía en la cadera mientras aterrizaba suavemente ante la Unicornio, y se inclinó.

            Omezo-san,” susurró ella, mirando a su alrededor para asegurarse de que no les molestaban.

            “¿Éxito?” Preguntó simplemente él.

            “EL Grulla nos ha hecho una oferta muy fascinante,” contestó Hanzhi. “Es como sospechábamos.”

            “La forma más segura de hacer que un Doji vaya en la dirección que quieres es empujarle en la dirección contraria,” contestó Omezo. “Debo regresar a Kyuden Bayushi e informar.”

            “¿Se enfadará tu señor cuando se entere que has fracasado?” Preguntó Hanzhi.

            “No he fracasado,” dijo Omezo. “Tsimaru dice que siempre hay que estar abierto a nuevas oportunidades. Él esperaba acabar tu alianza con el Grulla antes de que empezase. Que esa alianza continúe, pero monitorizada por un aliado… es aún mejor. Aún así, debo volver para que sepa lo que aquí ha ocurrido. Solo espero que esté de acuerdo con mi criterio.”

            “¿Y ahora qué?” Preguntó Hanzhi.

            “Precaución,” contestó Omezo. “Kakita Munemori no es un hombre con quién se pueda jugar, a pesar de su reputación. Es posible que se de cuenta del engaño.”

            “Entonces tendremos cuidado.”

            “Siempre,” dijo el Escorpión.