Los Niños de Tadaka
por Shawn Carman y Rich
Wulf
Traducción de Mori
Saiseki
Antes
de la Guerra de los Clanes…
Isawa Tomo miraba pensativamente mientras su hermano terminaba el hechizo. La
tierra gimió debido al esfuerzo, pero obedeció los deseos del Maestro de la
Tierra. La entrada de la cueva se cerró lentamente, y en pocos segundos no
quedaba mas que roca sin fisuras ante ellos. “Tadaka,” preguntó Tomo, “¿estás
seguro de que esto es necesario? Aún nos podrían servir. Has visto lo que nos
espera.”
Tadaka agitó su cabeza. “No, hermano,” dijo con firmeza. “Tu y yo hemos sufrido
bastante debido a nuestros flirteos con los Pergaminos Oscuros. ¿Puedes estar
seguro de que nuestra corrupción no se extenderá a ellos?” Señaló hacia la lisa
roca. “No me arriesgaré a que se vuelvan contra nuestros hermanos. Fueron
creados para salvar las vidas de los guerreros Fénix, no para destruirles.”
Tomo suspiró pesadamente. Era el sonido de la resignación y la derrota. “Tienes
razón, hermano. Pero temo la suerte que corramos sin ellos.”
“Somos samurai, Tomo,” dijo Tadaka, golpeando a su hermano en el hombro. “Somos
los Maestros Elementales. Somos Fénix. Nos enfrentaremos con nuestro destino
sin miedo, y saldremos victoriosos.”
El Maestro del Agua sonrió, pero no compartía el optimismo de su hermano.
“Entonces vayamos a Otosan Uchi,” dijo. “Y a nuestro destino.”
•
Jiru intentó desesperadamente seguir en pie, pero era demasiado tarde. El
reciente terremoto había dejado demasiadas piedras sueltas, y estaba
peligrosamente cerca del precipicio. Sus pies se deslizaron bajo su cuerpo, y
cayó sobre la lisa superficie de la roca con un sonoro golpe. Inmediatamente
empezó a deslizarse por la fuerte pendiente, hacia el borde del precipicio. Si
lo alcanzaba, sería impulsado al aire, varios cientos de ken-an sobre el suelo.
Su muerte no sería bonita.
Mientras los comienzos de una asustada plegaria a las Fortunas empezó a salir
incoherentemente por sus labios, Jiru cayó de repente un poco, y luego chocó
contra otra pared de piedra. Instintivamente, se agarró con todas sus fuerzas.
Un agujero se había abierto en la pared de roca debido al terremoto, y se había
deslizado directamente a la abertura. Le había salvado de caer por el
precipicio, pero no tenía forma de saber a que altura se encontraba, y Jiru no
estaba interesado en cambiar una segura muerte por otra.
Levantándose con mucho cuidado, Jiru consiguió encontrar donde asirse en la
pared de piedra, y apoyarse contra la pared de la abertura. No volvería a caer,
a no ser que la piedra donde estaba sentado se colapsara, y si eso pasaba...
bueno, no había forma de escapar de algo así.
Con curiosidad, el campesino miró hacia abajo, hacia la oscuridad de la
abertura. La caverna que tenía debajo no parecía natural. Las paredes eran
demasiado lisas. No podía ver claramente lo que había dentro, pero había muchas
extrañas formas que casi parecían armaduras de algún tipo. Jiru frunció el ceño
al pensarlo. ¿Era esto algún tipo de tumba o sepulcro? No quería ser el responsable
de mancillar un sitio así, especialmente si era la tumba de un samurai.
Quizás sería mejor volver puesto avanzado de la guardia, que había pasado hacía
algún tiempo, y comunicar esto al magistrado. Si, eso parecía una buena idea. Y
también le quitaba la responsabilidad. Con mucho cuidado, Jiru empezó a volver
montaña abajo.
Hoy se estaba convirtiendo en un día interesante.
•
Dos Semanas Más Tarde...
“Por aquí, mi señor,” susurró Jiru,
agarrándose a la pared con una mano, mientras tropezaba por el oscuro túnel. El
campesino llevaba una linterna levantada en su temblorosa mano, proyectando una
esporádica luz por las cavernas.
Seishiro maldijo en voz alta, mientras se
resbalaba en las piedras sueltas. “Chico, mejor que esto no sea una pérdida de
tiempo,” contestó el samurai. Somos hombres muy ocupados.”
“Os aseguro, esto no es una pérdida de
tiempo,” dijo Jiru rápidamente, inclinando su cabeza a los samurai. “Lo que vi
fue increíble, imposible de describir. Debéis verlo.”
Seishiro gruñó en la profundidad de su
garganta, obviamente poco convencido.
“Paciencia, amigo mío,” dijo Asahina Sekawa
con voz suave. El shugenja trepaba fácilmente por las cavernas, sin preocupase
por el peligroso terreno. “Hay aquí un gran poder. Me sorprende que no lo
puedas sentir tu mismo.”
“Todo lo que siento es polvo y barro,” dijo
Seishiro. “Satisfacer vuestra curiosidad para que podamos dejar este abandonado
lugar, Sekawa-sama.”
“No falta mucho,” les aseguró Jiru, mientras
corría hacia una baja bóveda de piedra. “Lo que vi estaba justo por... aquí...”
La voz de Jiru se desvaneció mientras entraban en una cámara mucho más grande.
“Vacía,” gruñó Seishiro, mirando alrededor
suyo con cautela. “Has hecho que perdamos el tiempo, campesino.”
“Antes no estaba vacía,” dijo con temor
Jiru. “Había soldados, soldados de arcilla. ¡Toda la caverna estaba llena de
ellos! ¿Creí que era una tumba perdida de algún poderoso samurai, quizás
incluso de un Emperador!”
“Los únicos soldados de arcilla que vistes
estaban en el fondo de una copa de sake,” contestó Seishiro, poniendo una cara
de desprecio al aterrorizado campesino.
“No, espera,” dijo Sekawa, metiéndose más
dentro de la cámara. “Mira alrededor tuyo. Esta cámara no fue tallada por manos
humanas.”
“Lo más seguro es que fuese esculpida por
algún loco tsukai,” dijo Seishiro, sentándose sobre una gran piedra, con un
gruñido.
“No lo creo,” dijo el campeón de Jade,
andando lentamente hacia el centro de la habitación. “Este es un sitio sagrado.
Una vez, vivieron aquí poderosos shugenja.”
“Si,” rió Seishiro. “No hay duda que
estuvieron aquí, Sekawa-sama, y se acaban de ir con su ejército de hombres de
arcilla.”
“Quizás,” dijo Sekawa con una seca risa. Se
arrodilló en el suelo, los ojos cerrados por su concentración.
Seishiro miró impacientemente a Sekawa. “Mi
señor, si ya no me necesitáis más, volveré a la superficie,” dijo,
levantándose. “Estas agobiantes cavernas no son lugar para un Grulla.”
“Creo que eso sería poco aconsejable,” dijo
Sekawa con voz distante.
Seishiro llegó a la puerta en forma de bóveda,
y las paredes de piedra de la caverna empezaron a retorcerse y doblarse. Dos
samurai con armadura, forjados de cruda tierra salieron de la pared,
flanqueando al Grulla por ambos lados con sus yari de punta de diamante.
El campesino, Jiru gritó aterrorizado.
Seishiro retrocedió con cuidado, moviéndose hacia Sekawa, con una mano sobre su
katana. Por todos lados, las paredes y el suelo de la caverna se retorcieron y
se convirtieron en docenas de guerreros de arcilla. Las cosas no-vivientes se
acercaron inexorablemente, sus ojos fijos, con odio, sobre los tres intrusos.
“¿Qué son esas cosas?” Preguntó Seishiro.
“Si no me dejas concentrarme para que pueda
intentar hablar con ellos,” dijo Sekawa en voz seca, “pueden ser nuestra
muerte.”
La boca de Seishiro se cerró con un audible
click.
“¿Tadaka?” Gimió uno de los soldados de
arcilla, acercándose y frunciendo el ceño a los intrusos. “¿Te ha mandado
nuestro amo? ¿Ha venido por fin por nosotros?”
“¿Tadaka?” Repitió Seishiro. “¿Isawa
Tadaka?”
“Antiguo Maestro dela Tierra, el Trueno del
Clan Fénix,” contestó Sekawa. “Debía haber reconocido su trabajo, aunque es
extraño que escondiese su creación en un lugar como este.”
“¿Nos harán daño?”Preguntó Jiru
humildemente.
“Mientras no nos mostremos violentos, no
creo que nos hagan daño,” contestó Sekawa. “Moveros con cautela, manteniendo
vuestras manos alejadas de vuestras armas.”
Seishiro asintió, moviéndose lentamente
hacia la puerta. Jiru se acurrucó en su sombra, la linterna temblando en su
mano. Sekawa se levantó y por fin se adelantó. Los soldados de arcilla se
hicieron a un lado, todos menos los que guardaban la entrada. Miraban fijamente
hacia delante con ojos encantados.
“Tadaka,” dijo uno con voz hueca. “¿Donde
está Tadaka? ¿Dónde está Tomo?”
“Tus amos están muertos,” dijo suavemente
Sekawa. “Murieron luchando contra las Tierras sombrías en el Día del Trueno.
Murieron como héroes.”
“¿Qué haremos entonces?” Preguntaron los
soldados, mirándose entre ellos, confundidos. “Fuimos creados para luchar
contra la oscuridad, pero ahora estamos perdidos. ¿Quién nos liderará a la
batalla?”
Los ojos de Sekawa se entrecerraron
sutilmente. “Estas criaturas pueden ser útiles contra las Tierras Sombrías,”
dijo, mirando hacia el ejército que ahora llenaba la gran cámara.
“Son magia olvidada, shugenja,” contestó
Seishiro. “Son peligrosos. Déjalos que descansen.”
“Si les dejamos, algún otro los
encontrarán,” contestó Sekawa. “Es mi deber como Campeón de Jade el afrontar
magia tan peligrosa. Si se la trata con cuidado, pueden ser usados como Tadaka
pretendía.” Estudió cuidadosamente al soldado más cercano.
“¿Quién nos liderará?” Preguntó el soldado.
“Yo os lideraré,” dijo Sekawa en tono audaz.
“El dios oscuro que mató a tu creador ha vuelto. Nos ayudaréis a luchar contra
sus sirvientes.”
Los soldados hicieron una reverencia
conjunta, preparados para seguir las órdenes del shugenja.
“Esto que hacéis es una cosa peligrosa,
Sekawa-sama,” dijo Seishiro, en tono precavido.
“Todo lo que vale la pena es peligroso,”
contestó Sekawa con una decidida sonrisa.