Honor en la Guerra
por
Shawn Carman
Traducción de Mori Saiseki
Hida Reiha corrió por los pasillos de Kyuden Hida. Cuando los sirvientes la
vieron pasar, corrieron a quitar todo lo que había en su camino. Era totalmente
posible, dada la expresión de determinación en su cara, que hubiese corrido
directamente por las paredes de papel, si no las hubieran deslizado hacia un
lado. En Kyuden Hida, una cosa así no era impensable. Reiha no prestó atención
a los sirvientes, corriendo hacia las habitaciones donde estaba en consejo
privado del Campeón Cangrejo. Cinco samurai estaba enfrascados en una intensa
discusión sobre un mapa de la Muralla Kaiu. Pequeñas banderas y figuras cubrían
su superficie. Reiha se arrodilló con la cabeza inclinada y un puño contra el suelo,
esperando ser reconocida.
“Reiha-chan,” dijo el samurai a la cabecera de la mesa. Con más de metro
noventa de alto, era un hombre extraordinariamente grande, incluso para ser un
Cangrejo. Su cara era severa y decidida, aunque se suavizó un poco cuando sus
negros ojos miraron a Reiha. “Informa.”
“Sunao y los ejércitos de los Baraunghar intentan envolver a Daigotsu por el
norte,” contestó Reiha, levantándose y asumiendo su lugar en la mesa. “Esperan
vuestra señal, Kuon-sama.”
“Kaiu Ryojiro ha construido una muralla defensiva con máquinas de asalto,
reforzada con magia Kuni, en el sur,” añadió Hida Sakamoto, un canoso veterano
inclinándose sobre la mesa, a la izquierda de Kuon. “Esos prevendrá que las
tres torres que hemos reconquistado vuelvan a caer en manos enemigas, mientras
hacemos nuestro segundo ataque.”
“¿A qué tipo de defensas nos enfrentaremos?” Preguntó Kuon, su cara grave
mientras miraba a sus consejeros.
Hida Rohiteki suspiró. Era una mujer de edad mediana, e inusual para ser una
Hida. De la gruesa armadura y las pesadas armas que portaba, era difícil saber
que era una sacerdotisa de los kami. Había servido bajo cuatro diferentes
Campeones Cangrejo, y Kuon valoraba su consejo y experiencia sobre los de los
demás en situaciones de crisis. “Daigotsu ha retirado a la mayoría de los
Perdidos de la Muralla. Ha llenado las torres conquistadas con onis y criaturas
no-muertas. Sacar a esa criaturas será difícil; al contrario que los Perdidos,
no les preocupa sus propias vidas. Perderemos a muchos más, sea cual sea la
forma de atacar, y esto es sin tener en cuenta quién les lidera. . .”
La mesa se quedó en silencio. Todos sabían que el hermano de Kuon, el anterior
Campeón del Cangrejo, ahora lideraba las fuerzas de las Tierras Sombrías. Su
memoria era como una herida abierta para todos ellos. Reiha tembló. Ella había
sido la última en ver con vida a Kuroda. Recordaba lo difícil que había sido el
luchar para salir de las torres, cuando habían sido conquistadas por primera
vez. Si había ahora más tropas defendiéndolas, e Hida Kuroda les lideraba. . .
“Aún pienso que deberíais reconsiderar la oferta del Shogun,” dijo Hida
Hitoshi. Era un bajo y fornido Cangrejo, que había sido recientemente nombrado
al consejo de Kuon debido a su afiliación con Akodo Kaneka. “Él nos ayudará a
machacar a la Horda, y cuando la Muralla esté a salvo, le ayudaremos a machacar
a los Grulla. No veo ninguna razón para no aceptar.”
En un rincón de la habitación, Toritaka Tatsune rió amargamente. El marcado por
las cicatrices daimyo de la familia Toritaka también era el sensei de Reiha, el
maestro del más prestigioso dojo en tierras Cangrejo. Su tendencia a hablar
abiertamente le había otorgado el respeto de Kuon. “¿El Shogun, hacernos un
favor?” Preguntó Tatsune cínicamente. “Ya ocupa ilegalmente las tierras Yasuki,
y nos raciona nuestro propio oro y provisiones. No creo que necesitemos más
‘favores’ del Shogun.”
“Buena apreciación,” asintió Kuon.
La cara de Hitoshi se volvió colorada. Su bigote se movió nerviosamente. Reiha
había entrenado con Hitoshi; sabía que el hombre tenía un fuerte temperamento.
Había sido uno de los primeros samurai que juró su espada al nuevo ejército del
Shogun, y admiraba mucho a Kaneka. Por la cara que tenía, era muy posible que
fuese a decir algo inapropiado, a no ser que ella, cuidadosamente, le
detuviese. “No es que no apreciemos la oferta del Shogun,” añadió rápidamente
Reiha. “Es solo que no nos podemos permitir el vernos embrollados, en este
momento, en política.”
“¿Política?” Contestó Hitoshi, mirando a Reiha.
“El conflicto entre los Cuatro Vientos se ha vuelto cada vez más fiero desde el
ataque a Otosan Uchi,” dijo Reiha. “No nos podemos permitir que nuestros
esfuerzos para retomar la Muralla sean unidos a uno de los Cuatro Vientos, para
que uno de los enemigos de Kaneka lo use como una excusa para socavar nuestros
esfuerzos. Nuestra lucha aquí es demasiado importante. Además, el Shogun ya nos
está ayudando, ¿no es verdad? Ya ha hecho la vista gorda a la presencia aquí de
Iuchi Lixue y nos ha ofrecido armas y suministros.”
“Hai,” contestó Hitoshi, mesándose su bigote. “Supongo que tienes razón,
Reiha-chan.”
Reiha miró a la mesa, pero se cruzó, por un instante, con la mirada de Kuon. Él
asintió levemente, dándola las gracias. Kuon era un experto guerrero, pero a
veces las sutilezas de la política y de la naturaleza humana se le escapaban.
Reconocía que esos asuntos no eran su fuerte, y sabía confiar en otros para que
lidiaran mejor con esas situaciones. No era usual que un hombre de su posición admitiera
tan fácilmente sus propias carencias, y Reiha sentía que Kuon era más fuerte
por ello. Era meramente una de las muchas razones por las que Reiha tenía un
respeto tremendo por como Kuon había afrontado la muerte de su hermano.
Ese pensamiento, incómodo como era, le recordó a Reiha la razón por la que
estaba aquí. “Kuon-sama,” empezó, “he estado entre las tropas, y hablado con
ellos, como pedisteis. Muchos de ellos están desmoralizados por la suerte de
vuestro hermano. Creo que esa es la razón por la que nuestro ataque inicial no
pudo erradicar completamente a la Horda de la Muralla. Temo que cuanto más
tardemos en reconquistar la Muralla, más difícil será para nuestras tropas
enfrentarse a Kuroda. Los Cangrejo necesitan una salida a su rabia, una victoria
que les lleve hacia adelante, antes que la rabia se convierta en melancolía.”
Kuon rascó su cabeza, considerando cuidadosamente las palabras de Reiha. “Soy
un hombre de acción, y tus palabras suenan a ciertas, Reiha-chan. La melancolía
de la que hablas, la he sentido en mi propio corazón cuando pienso en mi
hermano, y he visto a muchos hombres fuertes vacilar por un espíritu débil.
Debemos retomar la Muralla tan rápidamente como podamos, o es posible que no
pase nunca.”
“Sería mejor si uniésemos nuestras fuerzas en un único frente ofensivo,” dijo
Sakamoto. “La Muralla es un símbolo de la fuerza de nuestro Clan. Deberíamos
retomar la muralla cuanto antes, sin importarnos el coste.”
“Quizás la llave no sea la propia Muralla,”añadió inmediatamente Hitoshi. “Creo
que debemos atacar a los Grulla. Son nuestros enemigos, ahora y siempre. Doji
Kurohito,” Hitoshi escupió su nombre, “debe pagar por asesinar a O-Ushi-sama.”
“¿Quieres que nuestros hombres luchen contra las fuerzas de tu querido Shogun?”
Preguntó Tatsune. “Después de todo, están en medio si decidimos marchar sobre
los Grulla. Y no podemos luchar constante en la Muralla, así como contra los
Grulla. ¿No aprendimos nada de la última vez?”
Hitoshi rizó su labio con rabia al sensei lleno de cicatrices. “Sería fácil
encontrar aliados. El Dragón, por ejemplo, están ahora mismo en mal estado. Se
beneficiarían de un alianza con nosotros.”
“¿Como se benefició Hogai?” Dijo Tatsune. La mención del samurai que se había
unido al Dragón y se había perdido en la locura, dejó extrañamente callado a
Hitoshi. “No, los Grulla no son la respuesta. Debemos devolverle al idiota de
Daigotsu su descaro. Las torres que quedan nunca se tomarán rápidamente, pero
es ahí donde espera que ataquemos. Debemos tomar el elemento de sorpresa y
atacar al corazón de las Tierras Sombrías. Debemos enseñarle lo que significa
despertar la ira del Cangrejo.” El sensei puso ante si su puño cerrado. “Elc
astigo por este ataque es la muerte. Destruiremos la Ciudad de los Perdidos.”
“No subestimes al Señor Oscuro,” dijo Kuon. “Yo cometí ese error, como hizo mi
hermano. No lo volveré a hacer. El coste es demasiado alto.”
“El coste de una ataque así también sería muy alto,” añadió Sakamoto. “La
logística de una cosa así es monumental. ¿En las profundidades de las Tierras
Sombrías, sin apoyos, con provisiones mínimas, y con nuestros shugenja
incapaces de invocar a los kami?”
Tatsune rió. “Solo necesitamos
seis buenos hombres para lo que tengo en mente,” dijo. “Daigotsu lucha como un
samurai, y como un samurai, tiene consejeros. Mandamos a nuestros mejores
exploradores Hiruma a asesinar a los consejeros de Daigotsu. Sus fuerzas
quedarán desorganizadas; se verá forzado a llamar a Kuroda y retomar las torres
será muy sencillo.”
“So we would strike at the Shadowlands leaders as the Crane struck at
us?” Hitoshi snapped.
“A los Grulla les funcionó,” contestó Tatsune.
“Es demasiado arriesgado,” dijo Rohiteki. “Creo que debemos dirigir nuestra
atención hacia los Onisu.” Un silencio cayó sobre la habitación, por la mención
de esas oscuras criaturas. Rohiteki miró a los ojos de cada uno de ellos, antes
de continuar. “Todos sabéis lo que quiero decir. Son las criaturas más
mortíferas que jamás hayan engendrado las Tierras Sombrías, y se pueden mover
por el Imperio, sean cuales sean nuestras defensas. Los ocho ya han sido
matados una vez, y ya han vuelto. Somos los Cangrejo. Defendemos al Imperio de
las Tierras Sombrías. Mientras existan esas abominaciones, hemos fracasado.
Debemos encontrar una forma de matar a los Onisu. Permanentemente.”
“¿De verdad estás sugiriendo que busquemos a las bestias e intentemos
matarles?” Preguntó, incrédula, Reiha. “No estás hablando en serio.”
“No pueden ser derrotados con el acero,” dijo con confianza Rohiteki. “Pero el secreto
de su derrota está en algún lado. Debería ser el Cangrejo el que lo encontrara.
Debería ser el Cangrejo el que los destruya de una vez para siempre.”
“El Shogun nos puede ayudar en esa búsqueda,” ofreció solemnemente Hitoshi.
“Puede reunir a los shugenja Mantis, Escorpión, y Unicornio para que ayuden a
los Kuni.”
“Tu Shogun robó nuestras tierras,” gruñó Tatsune. “Por lo que a mi concierne,
deberíamos aliarnos con los Grulla y atacarle, una vez que hayamos acabado con
Daigotsu.”
“¿Te aliarias con el asesino de mi madre?” Preguntó Kuon. No había furia en su voz, solo una extraña
curiosidad.
“Vuestra madre fue muerta en un duelo justo, Kuon-sama. Ella sabía donde se
metía,” contestó Tatsune. “Kaneka prometió a los Grulla que podrían pasar a
salvo, y luego los atacó por detrás. No es un samurai.”
El color rojo de Hitoshi volvió. Balbuceando escandalizado, Hitoshi se medio
levantó de su asiento y empezó a ir a por su espada. Tatsune le miró con ojos
sin vida, sin moverse. Reiha se puso en pie. “¡Suficiente!” Gritó, sorprendido incluso al huraño
Tatsune. “¿Vuestro daimyo os llama para que le aconsejéis, y actuáis así? ¿Cómo
niños? ¿Como debiluchos? ¡No sois Cangrejo!” La última declaración fue
literalmente un grito, uno que resonó por los pasillos del palacio. Antes de
que se desvaneciese, Reiha empuñó su tetsubo y golpeó con el la mesa de piedra,
rompiendo un poco el viejo mármol. “¡Somos Cangrejo!” Continuó. “¡Seguiré a
Hida Kuon a la batalla, sea cual sea la batalla que elija! ¡Cuando mi señor
Kuon me pide consejo, se lo doy! ¡No discuto ni lloriqueo como un viejo
cortesano!” Bajó su tetsubo y se inclinó profundamente ante Kuon. “Perdonar mi
arrebato, Kuon-sama. Me retiraré hasta que sea mi actitud más adecuada para
estar en vuestra presencia. Por favor, llamadme si me necesitáis.” Dicho eso,
se giró y abandonó la habitación.
Tatsune e Hitoshi murmuraron sus disculpas, pero Kuon no las escuchó. Estaba
riéndose con su profunda y resonante voz. “Que mujer,” dijo, mirando a Reiha
desaparecer por el pasillo.
•
El Clan del Cangrejo ha heredado el deber menos envidiable de todos los clanes.
Su motivo es continuar luchando contra el mal de las Tierras Sombrías, hacer la
guerra contra un enemigo que nunca podrá ser verdaderamente derrotado. Con cada
generación, la Horda de las Tierras Sombrías se vuelve más poderosa. Los
Cangrejo no tiene otra elección que también volverse más poderosos. Sus samurai
están a lo largo de la vasta Muralla Kaiu, usando sus poderosas armas de asalto
y magia de jade para repeler las mareas de la oscuridad.
Tras ocho años de relativo silencio por parte de los horrores al otro lado de
la Muralla, un sin precedente ataque sorpresa hizo que seis de las doce torres
de la Muralla Kaiu cayeran en poder de las Tierras Sombrías. El anterior Campeón
Cangrejo, Hida Kuroda, ha caído en batalla y ha sido poseído por el Onisu
Cangrejo, volviendo las tácticas y conocimientos del propio líder Cangrejo en
contra de ellos. Aunque el nuevo líder del clan es relativamente inexperto,
Hida Kuon muestra gran sabiduría al analizar los consejos de sus más
experimentados samurai y al formar un coherente plan de ataque. El contraataque
Cangrejo es lento pero implacable. Una a una han retomado y purificado las
conquistadas torres. Solo quedan tres.
Pero estas tres presentan la prueba más difícil hasta ahora. Defendidas por un
ejército de demonios y no-muertos despreocupados por sus propias vidas, las
Torres Kaiu son una inmensa ratonera. Hida Kuroda está en lo más alto de la
última torre, esperando deseoso a su hermano.
Solo a través de la habilidad, determinación, y poder bruto podrán los Cangrejo
tener alguna esperanza de triunfar.
Ahora es la temporada del Cangrejo. Este será un relato de victoria.