Jennifer

por Patrick Kapera

Traducción de Peter Banshee

 

11 de Agosto, 1974
2014 horas GMT (10:14 de la noche, hora local)
A 750 Millas de – y 1 Milla de Profundidad - Hawaii

Little Nessie se deslizaba sin esfuerzo a través de la silenciosa oscuridad, sus impulsores impulsándolo a través de la zona abismal a poco menos de 30 nudos. El delgado y plano cuerpo del mini submarino atravesaba el océano con la fluida gracia de una manta raya, la criatura en cuya forma estaba basado el pequeño vehículo. Acostado boca abajo dentro del submarino, mirando un panel de cristal reforzado, el agente Majestic Richard Poole tranquilamente discutía tecnología de vanguardia con su última conquista.

“Tus logros han sido muy espectaculares, Miss Nicklestop,” dijo, sus ojos pasando por los controles del submarino y el oscuro horizonte que tenían ante ellos. Con toda la actividad que había por allí, sin mencionar la naturaleza silenciosa de Little Nessie, Poole no esperaba que les escuchasen, pero siempre había alguna posibilidad de que, con las luces encendidas, alguien les pudiese ver.

La invitada de Poole en la misión de esta noche continuaba maravillándose ante los complejos sistemas del submarino, o al menos los que podía descifrar de su compleja construcción. “No creo,” contestó Nickelstop, descuidadamente tocando con sus dedos la consola de control de acero, húmeda por la condensación, evitando el ansia de juguetear con algo.

“No te vendas barato. El Glomar es impresionante. Si no lo fuese, no nos hubiésemos mostrado interesados.”

“¿Por qué te interesaste, Richard? ¿Qué tiene de especial una plataforma minera para las profundidades submarinas?”

La típica calma oceánica de los 6.000 pies invadió el compartimiento de pasajeros del Little Nessie. Poole buscó en el tenue haz de luz que se extendía ante el mini submarino una señal de que habían llegado. Según sus instrumentos, estaban casi debajo del Glomar Explorer, y si los cabezahuevo que estaban en la oficina principal tenían razón sobre lo que aquí abajo estaba pasando...

Ah, notó, al aparecer ante su vista el cable, tenso por el peso de algo inmenso que había debajo de ellos. Poole apagó las luces del mini submarino, dejándoles en la más completa oscuridad, y esperó.

“¿Qué demonios estás haciendo?” Preguntó Nickelstop. “¿Era eso un cable de apoyo? ¿Para que demonios?”

Veinte pies por debajo, una luz de seguridad parpadeó, montada sobre un cable. Lentamente se elevó por encima de ellos, hacia la superficie. El cable se estaba moviendo... No estaba izando algo.

Poole miró fijamente a Nickelstop, su joven y severa cara alternativamente iluminada y a oscuras cada dos segundos. “Tu ‘plataforma minera para las profanidades submarinas’ tiene 618 pies de largo. Pesa 63.000 toneladas. Tiene una altura de un edificio de 20 pisos. Fue construida por un inventor lunático solo porque podía, y encargada y pagada por los militares U.S.A. Y lo más importante, su esquema específicamente pedía una bañera del tamaño de un campo de football americano. Dime, ¿para qué tipo de minería te crees que se construyó?”

El final del cable apareció ante ellos, una enorme construcción en forma de garra que agarraba la parte central de un submarino dañado. Un agujero de unos diez pies de diámetro era visible por detrás de la torre del submarino, donde una explosión había surgido desde dentro, obviamente la razón por la que se había hundido. Era imposible divisar la longitud del submarino, ambos extremos perdidos entre sombras detrás del alcance de las luces de seguridad que había en la base del cable.

Nickelstop se quedó sorprendida. “Oh. Dios mío... ¿Es nuestro?”

“Soviético. Clase Golf II, número SSB K-129. Se hundió hace unos seis años.” Poole abrió la cara de su reloj y apretó dos escondidos botones que tenía en el costado, diciendo, “Lo tengo a la vista, Comandante. Tenemos el objeto.”

Poco tiempo después, un escuadrón de buzos de combate SAS aparecieron por debajo de Little Nessie, dirigiéndose hacia el submarino que lentamente se elevaba. Cada uno llevaba una pequeña luz montada en el casco que iluminaba su cabeza y hombros mientras se movían justo por debajo del mini submarino, pero la transparente agua pronto se tragó todo excepto unos pequeños puntos de tenue luz mientras se dirigían hacia el K-129.

“¿Es un submarino nuclear, verdad?” Preguntó Nickelstop. “Por eso es por lo que estás aquí. No quieres el submarino. Quieres sus misiles.”

“Tres misiles balísticos de un alcance de 800 millas, 1 megatón SS-N-5 SERB preparados para ser lanzados desde el submarino, y otros tantos torpedos con punta nuclear. Pero eso no es por lo que estamos aquí.” Poole de repente se dio cuenta de la verdadera razón de la pregunta que ella le había hecho. “Esa tampoco es la razón por la que tú estás aquí.”

“Me has usado.”

“Sabías que yo era un espía. Nunca te mentí.”

“Me dijiste que no podía volver a mi casa.”

“Aunque no hubieses sabido la verdad sobre mi, ya no hubiese sido segura para ti. Alguien podría haber rastreado la información hasta dar contigo.”

“¿Y qué? Por Dios, ¡trabajé para Howard Hughes!”

“Lo que solo significaba que nadie te podía tocar mientras él así lo quisiera.” Poole dejó que ella comprendiese lo que acaba de decir antes de continuar. “¿Crees que en una operación tan grande, tan secreta, algo va mal y que no rodarán cabezas? Os pondrán a ti y a los demás en fila india para ahorrar municiones.”

“Entonces me has salvado... ¿de un problema que tu has creado?” Sus palabras estaban llenas de sarcasmo. “Buen héroe...”

“Nadie ha hablado de héroes. Somos espías. Algunos de nosotros crean problemas y otros los detenemos.”

“¿De qué tipo eres tú?”

“Soy del tipo al que llaman cuando los segundos fallan.”

Los buzos entraron en la zona iluminada de seguridad que había alrededor de la garra y se dirigieron hacia el agujero que había tras la torre del submarino. Uno de ellos tocó un botón en su casco y la radio del reloj de muñeca de Poole silbó. “Entramos,” dijo una voz con claro acento Británico a través del pequeño altavoz del instrumento. El Comandante Iain Reedfellow, el Control de Campo de la operación.

“Acercándonos,” dijo Poole, dirigiendo a Little Nessie hacia arriba para igualar la velocidad del submarino. Comprobó la profanidad. “Mil seiscientos cincuenta metros.”

“¿Y por qué estás tú aquí?” Preguntó Nickelstop. “A los espías no les importan el metal agujereado ni componentes de submarino anticuados y roñosos...”

Mientras el Comandante Reedfellow seguía al último de sus hombres por el agujero tras la torre del submarino, Poole consideró contarle la verdad a Barbara Nickelstop. Ella desde luego se merecía que confiase en ella. Si no hubiese sido por su atrevida revelación sobre el último asunto militar de Hughes, los Majestic no estarían aquí, y la Marina U.S.A. se quedaría sin nada y una factura de medio billón de dólares... o con algo peor. Debido a quien estaba de verdad tras los misiles, y porque, el fracaso aquí podía hacer que la Guerra Fría se detuviese de repente. Un conflicto mundial sin cortapisas sería una realidad. Aquellos lados de los que no se hablaba en las conversaciones finas se convertirían en una lista de reclutamiento. Y tras unas pocas semanas, como mucho, ya no importaría nada...

Todo porque una mujer era lo suficientemente fuerte como para plantarse ante el segundo Americano más poderoso del planeta.

“Barbara,” empezó, pero sus palabras quedaron cortadas. Literalmente, por la punta de un modificado arpón de acero compuesto que entró en el compartimiento de pasajeros y se clavó en la consola de control. Por suerte, no dio a Poole ni a su compañera, aunque atravesó la chaqueta de Nickelstop, clavándola contra una válvula de oxígeno.

Si alguno de los ocupantes del mini submarino hubiese percibido las pequeñas vibraciones que pasaban por el cable del arpón hubiesen sentido el disgusto del atacante por no haber acertado con la ventana delantera, lo que con suerte hubiese hecho que 2.000 psi de presión oceánica hubiesen entrado para matarles. En vez de eso, Poole aceleró los impulsores y giró los controles del timón, enviando a Little Nessie hacia delante en una fuerte maniobra imitando a un sacacorchos. Giró la cabeza durante el primer giro del mini submarino, y vio a un grueso Asiático en un delgado traje de inmersión profunda, agarrado al fusil del arpón, aún conectado con el mini submarino. En segundos, el Asiático se enderezó y empezó a avanzar por el cable del arpón, acercándose gracias a su fuerza de voluntad.

“¡Coge los controles!” Dijo Poole mientras prestaba atención al arpón. Nickelstop intentó seguir la maniobra pero solo consiguió convertir el movimiento de sacacorchos en un descenso normal, llevándoles hacia aguas más profundas. “¡Sube!” Gritó Poole. “Solo podemos descender hasta 2.250 metros.”

Poole giró la cara de su reloj de pulsera 90º, y apareció un pequeño cilindro que sobresalía de su muñeca izquierda. Apretó dos nuevos botones que también había aparecido al girar el reloj y un delgado rayo salió del reloj y el arpón cerca del casco del mini submarino. Poole inmediatamente soltó el disparador del láser, cerrando los ojos y silenciosamente ofreciendo una oración a los Hados. Se quedó sin aliento y esperó a que el océano se lo llevase.

Pero no lo hizo. Abriendo los ojos solo encontró una pequeña quemadura en la pared del compartimiento. Un segundo más...

Nickelstop enderezó el mini submarino y empezó a ascender. Los dos centímetros de arpón que aún conectaban a su perseguidor con Little Nessie cedieron, desencajándose y golpeando el casco del mini submarino tras ellos. Luego hubo otra vez silencio, excepto por el constante goteo de agua cayendo por el agujero que había dejado el arpón.

“¿Esa cosa tiene un soldador? ¿O quizás una cápsula de escape?” Preguntó Nickelstop, intentando aparentar tranquilidad, dadas las circunstancias.

“Es el nuevo modelo, por lo que cualquier cosa es posible,” contestó Poole, quitando la punta del arpón de la consola de control.

“¿No lo sabes? ¿No te explican este tipo de cosas?”

“Por supuesto, pero tras la primera media docena de avisos sobre los costes y los daos a la propiedad ajena, empiezas a pensar en otras cosas...”

Los ojos de Nickelstop se abrieron de par en par.

“No importa,” dijo Poole. “Tengo relación con la Madre de los Inventos. Danos la vuelta, por favor.”

“¿También la sedujiste?” Nickelstop obedeció y Poole puso la punta del arpón contra el agujero, abriendo el rayo de láser para gradualmente fundirlo. El metal rápidamente se enfrió en el agua que había en el submarino y el aviso del indicador de la presión se calló. Al enderezar Nickelstop otra vez a Little Nessie, Poole activó el compresor de aire del submarino y durante los siguientes segundos, aire a presión llenó el submarino, haciendo que el agua retrocediese de vuelta al océano por las válvulas de salida.

Poole activó su radio-reloj. “¿Comandante? ¿Me escuchas?”

Silencio.

“¿Comandante?”

Poole soltó el enganche de su arnés y se empujó de la consola de control, dejando que el arnés se deslizase libremente por su rail hacia el compartimiento trasero del submarino, donde empezó a desnudarse.

“¿Qué estás haciendo? Preguntó Nickelstop.

“Tengo que salir. ¿Puedes manejar a Little Nessie mientras estoy fuera?”

“No te vayas muy lejos,” dijo ella.

Richard sonrió. Ella era muy dulce. Demasiado dulce para este tipo de trabajo. Se lamentó por haberla sacado de la profesión que ella había elegido. Quizás podría trabajar con los cabeza-huevo del cuartel general cuando todo esto hubiese acabado. Suponiendo que sobrevivían...

Se ajustó el casco y comprobó los cierres de su traje mientras Nickelstop dirigía a Little Nessie de vuelta hacia el K-129. “Quizás estemos fuera de alcance,” le dijo ella. “Quizás si nos acercamos un poco más...”

El sonido del metal quejándose les saludó al aparecer ante su vista el submarino Soviético, su posición en la garra girada 10º de su posición anterior. Las dos terceras partes traseras temblaban bajo las pinzas de acero, amenazando disolverse, rompiéndose en polvo de aleación que caería de vuelta al suelo del océano.

“Está perdiendo cohesión,” dijo Nickelstop. “Lleva demasiado tiempo aquí abajo y el metal se ha vuelto quebradizo.”

El cable dejó de subir y el débil submarino chilló de agonía, moviéndose como un animal moribundo atrapado en una brillante y nueva trampa de osos. Todos aguantaron la respiración.

De alguna forma, el submarino aguantó, manteniéndose a 1.200 metros por debajo de la superficie.

Poole intentó la radio de su casco. Esta vez obtuvo una respuesta. “Tenemos un problema, Dick.” Uno de los buceadores. Poole pensó que era el llamado Barracuda.

Una figura rodeó el ancho cable y, al ver el mini submarino, nadó en su dirección. De alguna manera, el grueso buceador Asiático que antes habían perdido estaba justo detrás de él, cuchillo en mano – y acercándose.

“Ponte junto al enemigo,” dijo Poole, poniéndose en la cápsula de salida del mini submarino. “Puedo–”

“Tengo una idea mejor,” le interrumpió Nickelstop, acelerando los impulsores del mini submarino. El submarino corrió hacia delante en rumbo de colisión con Barracuda, acelerando cada metro.

Poole gritó en el transmisor de su casco, “¡Barracuda! ¡Sumérgete! ¡Sumérgete, hombre, sumérgete!”

Barracuda desaceleró un instante, sorprendido por lo que escuchaba en la radio y por la velocidad del mini submarino al dirigirse hacia él. El Asiático casi estaba encima de él cuando recobró el sentido, por lo que se hizo una bola, dando una patada a su perseguidor y alejándose de él y del rumbo de Little Nessie. Desequilibrado por la maniobra de Barracuda, el Asiático dio tumbos hasta que el mini submarino chocó contra él, mandándole fuera de la vista, hacia la oscuridad del océano. Un caótico reguero de aire perdido se elevó tras él, los últimos estertores de un instrumento herido de muerte. Muy pronto incluso habían desaparecido.

Nickelstop giró el mini submarino, alejándose del cable y lo detuvo, buscando a Barracuda. Muy pronto, el agente SAS apareció debajo del mini submarino, ‘subiendo’ por las guardas de la ventana del mini submarino como si fuese una escalera y poniéndose frente al piloto. La sorpresa al ver a Nickelstop en esa posición fue evidente en la ancha frente del soldado. “Eso explica la conducción temeraria,” dijo.

Tanto Poole como Nickelstop miraron enfadados a Barracuda. “No me miréis así,” les dijo. “Dick, conduces como mi madre.”

Tras ellos, el cable volvió a ponerse en movimiento, otra vez elevando al herido submarino hacia la superficie. Esta vez, las desesperadas protestas del submarino fueron ignoradas – la tripulación de superficie iba a tener su premio, o nadie lo conseguiría.

“El Comandante y las tropas están atrapados dentro,” dijo Barracuda. “Una de las macabras bromas del Khan.”

Poole cerró de golpe la válvula de la cápsula y tiró de la palanca de inyección, lanzando la minúscula cápsula de escape al frío. Actuando con poco más que deber y adrenalina, soltó las ataduras de emergencia de la cápsula, partiéndola en dos y lanzando ambas partes dando tumbos hacia la oscuridad, y luego nadó hacia Barracuda. “Llévame,” dijo.

Los hombres se habían conocido durante el entrenamiento Majestic. Incluso habían compartido bebidas en su graduación, pero eso no lo hubieses adivinado por el tono de Poole. Era una orden.

“¿Comandante?” Dijo Poole en la radio de su casco mientras nadaban hacia el submarino Soviético que se estaba elevando. “¿Me escuchas?”

“¡Poole!” Contestó el Comandante Reedfellow. “¿Dónde estás?”

“Barracuda y yo nos dirigimos ahora hacia ti.”

“¡No!” Dijo con fuerza el Comandante. “¡Mantén tu posición!”

Barracuda comprobó el indicador de profundidad. “Mil cincuenta metros y ascendiendo, señor.”

El casco del submarino empezó a moverse otra vez en la garra, intentando liberarse antes de entregar completamente el fantasma.

“¿Tu reloj aún está operativo, Poole?” Preguntó el Comandante.

“Si.”

“Corta la garra.”

“¿Comandante?”

“Hazlo, Poole. De todos modos, este submarino no iba a llegar a la superficie.”

Como si estuviese de acuerdo, el casi constante gruñido del submarino se convirtió en un agudo chillido, y luego se convirtió en un dolorido y prolongado quejido. El temblor era fácilmente visible, un estertor en cámara lenta.

“Barracuda,” continuó el Comandante. “¿Tienes los códigos y la información de los objetivos?”

“Si, señor.” Subconscientemente, el sorprendido agente SAS sacó una bolsa impermeable del hueco que tenía entre su espalda y los tanques de aire. Miró a Poole, sin saber que hacer. “Por esto es por lo que no estoy hay dentro con ellos,” dijo.

Poole miró hacia arriba por la oscura agua, hacia la superficie. “Aún hay tiempo, Comandante. Podemos sacaros de ahí.”

“Hijo,” contestó la voz del Comandante. “Eres un orgullo para la Reina y el país, pero tienes que aprender lo que son las órdenes. Corta la garra.”

Poole y Barracuda se pusieron sobre el submarino y se agarraron, dejando que el submarino se elevase bajo ellos. A quince metros de allí, Nickelstop igualó la velocidad de ellos, mirándoles fijamente – y al metal que gruñía por debajo de ellos.

“Comandante...” empezó Poole.

“¡Maldita sea, chico! ¡La gente del Kahn han armado una de las cabezas nucleares que hay aquí! Tiene un disparador de profundidad. ¿Sabes lo que significa eso? Significa que si el submarino sigue elevándose, vamos a tener unos problemas mucho más importantes que el perder a unos cuantos hombres. ¡Y ahora corta la maldita garra!”

Poole no supo que contestar. Se arrodilló y preparó el reloj.

“¿No se puede desarmar?” Preguntó Barracuda.

“Lo hemos intentado, pero hemos fallado, hijo. Ya hemos perdido a uno de los nuestros debido a una trampa. Creo que subestimamos a los científicos del Khan.”

“¿Los demás?”

La voz del Comandante empezó a quebrarse. Le podían escuchar tragar, pesadamente, y escupir, quizás sangre. “El resto de nosotros estamos aquí atrapados, La garra... destruyó una de las paredes...”

La voz de Reedfellow dejó de hablar.

Poole suspiró. Sintió como se le hundía el pecho, como un globo moribundo dos días después del carnaval. El peso del océano le golpeaba con fuerza, igualando el iracundo palpitar de su sien.

Que Dios me ayude, pensó, y empezó a cortar.