La Muerte de un Héroe, 7ª Parte

 

por Rich Wulf

 

Traducción de Togashi Rekai

 

           

 

Todo lo que le rodeaba era oscuridad. Incluso la luz del campamento, situada a pocos metros hace un momento, era invisible ahora. La luz de su propia piel iluminaba a su alrededor. Desafortunadamente, él había perdido el wakizashi cuando el asesino le atacó. Ahora estaba solo y desarmado. Las sombras parecían hacerse más profundas, cerrándose en un circulo de luz que le rodeaba.

“Mátame si piensas hacerlo, pero no conseguirás nada,” gritó Shoin. “Ya he mandado un mensajero a Otosan Uchi. Hantei Naseru pronto sabrá que los esbirros de la Oscuridad Viviente se están extendiendo una vez más.”

“Eso ayuda a mis propósitos,” gruñó una voz de enfado, que parecía venir de todas las direcciones. ”Pero sabe ahora que no soy ningún Goju.”

Shoin frunció el ceño. “¿No lo eres?” Preguntó él. “Las heridas que hiciste, las pesquisas que hemos ido siguiendo… apuntaban a un alma tomada por la Nada, algo menos que humano…”

“¡Era lo que quería que pensarais!” contestó el asesino. “No importa. El tiempo de ocultarse en las sombras acabará pronto.”

“Pero hay sesenta Héroes de Rokugan,” contestó Shoin, aún buscando algún rastro de su arma. “Sólo has matado a cuatro. No conseguiste matar a Kaneko, y Rezan obviamente no está aquí.”

“No estoy aquí por Rezan, y Kaneko era un simple pasatiempo,” dijo el asesino riendo. “Ambos has basado sus leyendas el la realidad. Ninguna de sus muertes serviría a mis propósitos. No tanto como la tuya, hijo de Donosu.”

“Por las Fortunas, yo no fui un Héroe de Rokugan,” dijo Shoin. “Yo sólo era un crío cuando el Crisantemo de Acero pactó su paz con Toturi. La Sombra debe haber podrido tu cerebro.”

“¡No soy un siervo de la Sombra, heraldo!” gritó la voz. “Esto no tiene nada que ver con los Héroes de Rokugan, si no con la inmortalidad.”

“¿Inmortalidad?” Contestó Shoin. “¿Cómo puede el matarme hacerte inmortal?”

“¿No es el matar un fin en si y para si mismo?” Preguntó el asesino. La voz ahora sonaba más cercana. “Tú eres el heredero del Heraldo. Tu has heredado su nombre. Has heredado el favor de la familia Toturi. Has heredado incluso la maldita luz del Yomi. Yo apagaré esa luz, haré que deje de iluminar el Imperio, y haré saber al imperio quien la apagó. Todas las grandes leyendas del imperio han labrado su nombre con muertes. Todos tus Héroes de Rokugan no son más que asesinos glorificados. Si los mato yo seré el mayor de todos. ¿No crees? Toturi mató a dos emperadores, y fue aclamado como el mayor regente desde los Hantei.”

“Mátame si es lo que tienes que hacer,” dijo Shoin. “Otros acabarán contigo”

“Déjame probar,” dijo el asesino. “¿Qué pueden hacerme? He sobrevivido al mismo infierno. “Las sombras parecieron reunirse, como preparándose para atacar.

“¿Fuiste tú quien mató al Emperador Toturi?” Preguntó Shoin.

Hubo un largo silencio. “¿Toturi?” El asesino parecía confundido. “No, a Toturi no…” Una figura oscura se materializó de las sombras. Su cara no era la cáscara de huevo sin rasgos que decían en las leyendas de la Guerra Contra la Sombra, si no una cara anciana llena de odio y dolor. Con un movimiento de muñeca un cuchillo mellado apareció en su mano. “Te estás echando a perder, shisha,” dijo. “Tus amigos no te van a salvar. Marcharon juntos hace tiempo. Parece que están más interesados el uno en el favor del otro que en servirte…”

Shoin pareció sorprendido. El asesino sonrió y enterró su arma en el pecho de Shoin. Con un rápido giro, las entrañas del Heraldo se derramaron sobre la tierra. Con un ahogado grito de dolor, Miya Shoin se desplomó en el suelo y permaneció inmóvil.

El asesino se agachó, miró al cuerpo muerto con tristeza durante un rato, después se desvaneció en las sombras.

 

 

Rezan se introdujo en el claro, su cara triste. La niebla cubría la Tierra mientras el sol se alzaba sobre las montañas del este, creando una luz tranquilizadora sobre la espantosa escena. Se rascó la escasa barba  de su mentón con una mano, su cara estaba extrañamente inexpresiva mientras miraba el cuerpo caído de Shoin. Kijuro y Moshi Kakau estaban tras él, ambos mirando enfadados y confusos.

“Alejados,” Rezan dijo a los que le seguían. “Puede que no queráis ver esto.”

“¿Por qué no?” Preguntó Miya Shoin, entrando en el campamento con su yumi en una mano. “No ocurre todos los días que un hombre pueda ver su cadáver.” El heraldo caminó para ponerse ante Rezan. Miró al cuerpo con una expresión de sorpresa. “Esto es… extraordinario,” dijo Shoin, asintiendo ante el espectáculo. “Uno de mis mejores trabajos,” dijo Agasha Chieh, uniéndose a ellos.

“¡Shoin!” Exclamó Kakau. “¡Estás vivo!”

Rezan se arrodilló ante el ‘cadáver’ de Shoin. Con una mano alcanzó un puñado de entrañas, pero tomó un puñado de paja. La imagen del cuerpo de Shoin se onduló y desapareció, reemplazada por una figura de paja vestida con el kimono del heraldo.

“Todos los shisha visten un horo, una manto de gruesa paja, para proteger su espalda en los viajes,” dijo Shoin irónicamente. “Parece que el mío es el que mejor ha servido a su propósito.”

“Tu magia es realmente extraordinaria, Chieh san,” dijo Akemi, realmente impresionada, “Nunca vi nada igual.”

Chieh se encogió de hombros. “Rezar a un Kami de aire para que haga que un montón de paja sea como Shoin es una tarea sencilla,” dijo ella. “Convencer a un Kami de fuego para que le diese vida fue un poco más complicado. Tuve que quemar mi mejor obi de seda como pago a este favor. El Señor Naseru me lo recompensará, os lo aseguro.”

Shoin se rió. “Pensé que eras ascética, Chieh san.”

“Pensé que estabas muerto,” contestó ella, arqueando una ceja.

“Vale,” asintió Shoin. “No pienso escatimar contigo después de que salvaras mi vida.”

Toritaka Akemi y Utaku Yu-Pan aparecieron en el campamento. Ambas con las armas empuñadas. Las dos parecían exhaustas y desgastadas por el viaje. “¿Qué está pasando aquí?” Preguntó Yu-Pan, mirando a la figura de paja vestida con las ropas de Shoin.

“Os acabáis de perder la resurrección, señoritas,” contestó Kijuro con una sonora carcajada. “Deberías de haber dicho a Kijuro que estabas por aquí. No nos habríamos agotado para salvaros de la emboscada que ya os imaginabais.”

“No te hablé de mis planes antes porque no los tenía,” dijo Chieh. “El conjunto de coincidencias no se hizo patente en mi mente hasta que tu grupo partió.”

“Ah, bien, todo parece controlado,” dijo Kijuro, palmeando su amplia barriga. “Me alegro de ver que aún estáis vivos.”

“¿Cómo supiste que íbamos a ser emboscados, Kijuro?” Preguntó Shoin.

“Alguien asesinó a nuestros caballos para retrasar nuestra llegada,” dijo Kakau. “Vinimos tan rápido como nos fue posible.”

“Ya veo,” dijo Chieh frunciendo el ceño por primera vez. “Sabotaje.”

“Yo lo llamaría ‘asesinato’, pero si,” dijo Yu-Pan, enfundando su katana. “¿Estuvo aquí el asesino?”

Shoin explicó brevemente la trampa que Chieh había tendido, y la brusca legada y partida del asesino. Kijuro cruzó los brazos y empezó a caminar por el campamento pensando en ello. Akemi se limitó a tirarse al suelo, masajeando sus sienes con dos dedos.

“¿Visteis al menos su cara con claridad?” Preguntó Akemi.

“Si,” dijo Shoin, “pero no lo reconocí.”

“Qué pena,” dijo Kakau enfadado.

“Yo lo reconocí,” dijo Rezan tranquilamente, y todos se giraron para mirar al poeta. “No le he visto en michos años, pero le reconocí. Puede que no creáis lo que voy a decir, pero el asesino no es otro que -“

“Gusai,” terminó Chieh.

“Esto… si” dijo el poeta.

“¡Imposible!” Contestó Yu-Pan. “¡Kakau le vio morir!”

Moshi Kakau no dijo nada.

“¿No es obvio?” Contestó Chieh. “El cuerpo debió ser una réplica.”

“¿El mismo tipo de magia que vimos esta noche?” Preguntó Kijuro.

“No del todo,” dijo Chieh, ligeramente ofendida. “Creo que la explicación es mucho más simple que eso.”

Kijuro frunció levemente el ceño, se giró y agarró a Moshi Kakau de la garganta. Alzando al hombrecillo, lo lanzó contra un árbol cercano. Tomando su espada gaijin, presionó la punta sobre el abdomen de Kakau. Los anillos colocados en la empuñadura cascabelearon suavemente.

“¿Qué estás haciendo Kijuro?” Preguntó Shoin.

“Salvar la vida del Mantis,” gritó. “Si no deja sus armas ante Yu-Pan y explica esto ella será menos piadosa, os lo garantizo.”

Kakau se quitó el kama de su obi, tirándolo al suelo. Kijuro dio una patada a las armas y le alzó, pero mantuvo su espada apuntando al pequeño hombre.

“¿De qué estás hablando Kijuro?” Preguntó Yu-Pan.

“Moshi Kakau es un traidor,” dijo Chieh.

Shoin frunció el ceño. “Eso es una acusación seria, Chieh,” contestó Shoin. “¿Qué pruebas tienes?”

“Para empezar iremos al principio,” dijo Chieh. “El asesinato de Gusai tuvo testigos. El resto – incluso el asesinato frustrado de Kaneko y el asesinato ilusorio de Shoin – ocurrieron sin testigos. ¿Por qué iba alguien tan vicioso como Gusai permitir a alguien tan prescindible como Kakau atestiguar tal acto, y dejarle vivir?” La mirada heladora de Chieh cayó sobre el Mantis. Kakau miró hacia otro lado.

“Para encubrir su propia muerte, por lo que puede actuar libremente,” dijo Kijuro, “o quizás para crear un falso testigo para desviar futuras investigaciones.”

“Tu ruda conducta encierra un una avispada mente, Buey,” dijo Chieh. “Te había subestimado.”

“Es lo que tiene,” Kijuro se encogió de hombros.

“Pero este grupo fue formado porque Kakau había visto el asesinato de Gusai. ¿Quién simularía un asesinato sólo para crear un espía para vigilar al grupo creado para resolver el crimen? ¿Quién puede concebir un plan tan complejo?”

“Alguien con siglos para hacerlo,” dijo Rezan, sentándose en una piedra. La mirada del poeta se perdió en el infinito. ”Te sorprenderá, por lo que pensaras sobre ello, con todo ese tiempo en tus manos.” Kakau seguía sin decir nada.

“Continuando,” prosiguió Chieh, “pensad en el resumen de Kijuro sobre en frustrado intento de asesinato de Kaneko. Kakau no hizo nada durante el encuentro, diciendo que el enemigo minó su voluntad a la hora de combatir. Kijuro, Yu-Pan y Akemi no tuvieron tal sensación.”

“Pudo haber sido miedo,” dijo Yu-Pan. “Vergonzoso, puede, pero no acto de traición.”

“Puede,” asintió Chieh de nuevo. “En la situación, es una excusa razonable. Pero las coincidencias no acaban ahí. Las pruebas más valiosas vienen de la conversación que Shoin tuvo con Gusai cuando este atacó. Debo confiar en ti, de momento, Shoin sama. Acusar a Gusai de ser el juguete de alguien fue un golpe a su arrogancia. Puede que cualquier otra táctica le hubiera llevado simplemente a matar a tu réplica sin ese diálogo, y habernos privado de la oportunidad de aprender tanto como hemos aprendido.”

“Gusai dijo que teníamos el favor de la familia Toturi,” dijo Shoin. “Sólo un miembro de nuestro grupo puede hacerle dicho que trabajamos para el Yunque, a no ser que el Yunque o su yojimbo se lo dijeran a Gusai.”

“Debemos asumir, de momento, que el cortesano más capaz del Imperio sabe guardar sus secretos,” dijo Chieh. “Gusai también sabía que Rezan y yo tenemos una relación, algo que Kakau descubrió en Kyuden Doji.”

“Ahora estoy impresionado,” dijo Kijuro, inclinándose respetuosamente ante Rezan. El poeta se inclinó levemente.

“Por favor, ¿podemos centrarnos en aquello que nos ocupa?” Dijo Shoin rudamente.

“Gracias, Shoin sama,” dijo Chieh, mirando al Buey. “Sospecho que otra pista está a punto de surgir. Akemi, Kijuro, ¿estabais alguno presente cuando el caballo de la Doncella de Batalla murió?”

“No,” dijo Akemi. “Estábamos ocupados en otro menester.”

“¿Y Kakau?” preguntó.

“Estaba enseñando al Mantis a cazar,” dijo Yu-Pan.

“¿Estabas con él cuando tu montura murió?” Preguntó la Shugenja.

“No, yo estaba vigilando por delante,” contestó ella.

“Por lo que con el objetivo del asesino a solas y relativamente indefenso, el cómplice del asesino hizo los preparativos para eliminar las monturas del grupo, retrasando así cualquier posibilidad de que llegarais a tiempo para parar a Gusai. Kakau, veo tu kama en el suelo. ¿Dónde está tu cuchillo?”

Kakau no dijo nada. Continuó mirando al suelo.

“Es sabido el hecho de que las Doncellas de Batalla mantienen un vínculo místico con sus escogidas monturas,” continuó Chieh, “cuando una es dañada la otra puede sentirlo. Con Yu-Pan cerca, seguramente tuviste poco tiempo para limpiar el cuchillo de la sangre del caballo antes de que ella llegara. Era más fácil, yo creo, tirarla lejos, y culpar del ataque a un asesino que se funde con las sombras.”

“Eso es un poco rebuscado Chieh,” dijo Shoin. “No conocemos todas las habilidades de Gusai. Parece ser capaz de obtener poder de la Nada, como dijiste. No le permitiría eso matar al caballo y aún así llegar aquí a tiempo para –”

“No,” dijo Kakau con voz firme. Miro hacía arriba encontrando los ojos del heraldo. “No más mentiras. No lo mantendré más. Chieh tiene razón. Yo maté a los caballos. He estado trabajando para Gusai todo este tiempo, proporcionándole información sobre el grupo.” El Mantis hizo una pausa. “Soy un traidor.”

Todo permaneció tranquilo largo rato. “¿Por qué?” Preguntó finalmente Yu-Pan. No había enfado en su voz, sólo una extraña y triste resignación.

“Sirvo a Gusai,” dijo. “Tan sencillo como eso.”

“Sirves a un asesino, Moshi Kakau,” dijo Shoin. “¿Cómo puedes enorgullecerte?”

“Dime una cosa,” preguntó Kakau, mirando a Shoin. “Si tu padre volviera a través de la Puerta del Olvido y te pidiera que le ayudaras a recuperar el liderato de la familia Miya, ¿Lo harías?”

“Mi padre nunca me pediría eso,” contestó Shoin.

“Entonces eres afortunado,” dijo el Mantis. “Donosu no volvió para ver a su familia escupir sobre su nombre.”

“¿De qué estás hablando?” Preguntó Shoin.

“Ya sabes como se consiguió el nombre familiar de Gusai,” dijo Kakau, “¿pero sabes lo que pasó con él? Tres generaciones después de la muerte de Gusai, un Mantis ambicioso llamado Rioshida intentó ganar el trato de Gran Clan secuestrando al hijo del Emperador. En aquel entonces el Emperador era débil, pusilánime. Habría cumplido las peticiones de Rioshida. Pero el propio clan de Rioshida se volvió contra él, ejecutaron a los gobernadores de la familia Gusai y devolviendo al hijo del emperador. Rechazaron el nombre de Gusai manchado con el deshonor. Gusai atravesó la Puerta del Olvido esperando recuperar el liderato de su clan. En vez de eso encontró que su clan no deseaba recordarle. Yoritomo Aramasu ordenó a Gusai abandonar las Islas Mantis, asignándole poco más que una escasa guardia de honor para protegerle.”

“Y tu eras parte de esa guardia de honor,” dijo Kijuro.

“Mi familia lo fue, si,” dijo Kakau. “Nací al servicio de Gusai.”

“¿Y qué le ocurrió al resto de tu familia?” Preguntó Rezan.

“Éramos sólo un puñado de nosotros,” dijo Kakau. “Con los años muchos le abandonaron. Quizá encontraron la vida como ronin más interesante que servir a un loco. Soy el único que aún le sirve.”

“Deberías haberte vuelto ronin,” dijo Rezan. “Es mucho mejor que ser ejecutado.”

“¿Cuál es el plan de Gusai?” Preguntó Shoin. “¿Qué es aquello que puede convertir a un sirviente de Toturi en un asesino?”

Kakau se rió. “Él siempre ha sido un asesino,” dijo el Mantis. “Gusai atacó a los ejércitos de Hantei sólo porque estaban hechos de héroes y leyendas. Él esperaba tener una oportunidad de matar al Crisantemo de Acero. Tenía una obsesión por… matar a lo legendario.”

“Él dijo que todas las grandes leyendas del Imperio habían obtenido su nombre a base de repartir muerte,” contestó Shoin.

Kakau asintió. “Y si él puede matarlos, será recordado como el mayor de todos. Gusai estuvo siglos en el Reino de la Masacre. Interminables sangrías, muertes y asesinatos han torcido su percepción del mundo. Él cree que si hubiese matado a Hantei en su vida pasada habría sido nombrado Emperador en vez de fallar. Él esperaba corregir este error matando a Hantei XVI. Él falló finalmente. Fue agrupado con los espíritus heroicos, dado una pequeña compensación y olvidado.”

“¿Es por eso que quería matarme?” Preguntó Shoin.

“No lo sé,” Kakau movió su cabeza.

“Entonces ya no eres de utilidad,” dijo Yu-Pan tomando su espada y avanzando hacia él.

“Yu-Pan,” dijo rápidamente Shoin. “¡No!”

Yu-Pan miró con calma al heraldo. “Ha confesado su crimen, en presencia de un magistrado. Ha conspirado con un asesino para matar a un samurai. Estamos obligados a ejecutar la sentencia.”

“Hay demasiadas preguntas,” dijo Akemi. “Seguimos sin saber cómo puede Gusai tomar poder de la Nada, o cual será su próximo objetivo.

“Tenemos demasiadas preguntas, Yu-Pan,” dijo Shoin. “Lo siento pero la justicia ha de esperar. Le traeremos con nosotros.”

Yu-Pan se encogió de hombros, envainó su espada, y se alejó. Shoin encontró su repentina falta de sentimientos más desconcertante que su frecuente ira.

“¿A dónde iremos, Shoin sama?” Preguntó Chieh.

Shoin la miró. “Estoy decepcionado, Chieh. ¿Hemos embotado tus capacidades de predicción?”

“Ahora que hemos acabado con las deducciones lógicas, hemos sido relegados s un simple trabajo de suposición,” contestó ella. “Y me temo que no es un área en la que destaque.”

“Gusai quiere matar a una leyenda,” dijo Kijuro. “Aunque que conozca el verdadero valor de Kijuro – si no habría venido a por mi – creo que intentaba matar a Toturi. Falló. La Horda lo hizo.”

“No,” dijo Kakau. “Gusai respetaba a Toturi. Toturi dio el nivel de Gran Clan al Mantis. Él jamás dañaría al Espléndido Emperador.”

“¿No?” Dijo Shoin, cayendo en la cuenta de algo súbitamente. “¿Qué hay de sus chicos?”

“Ya te lo he dicho, Gusai no tiene nada contra la familia Toturi,” dijo Kakau. “Guarda su odio para los Hantei.”

“¿Como Naseru?” Preguntó Shoin, “¿El discípulo del hombre que escapó a él?”

Kakau parpadeó. “Nunca lo había pensado…”

“Kijuro,” dijo Shoin rápidamente. “Toma mi caballo. ¿Cuánto tardarías en ir a Shiro Morito y conseguir monturas para todos?”

“Ya estoy allí, Shoin sama,” dijo Kijuro. “¿Podrás vigilar al madero a la deriva?” Miró al Mantis. Shoin asintió, tomando su arco, cogiendo una flecha y apuntando a Kakau. El mantis se quedó donde estaba, sin resistirse o escapar. Kijuro se lanzó al galope, como si Fu Leng fuera pisándole los talones.

“¿Iremos a Otosan Uchi?” Preguntó Akemi.

Shoin asintió. “Ve con Yu-Pan y Rezan. Prepara a los caballos que quedan.”

“¿Es esto necesario, Shoin sama?” Preguntó Chieh. “El Señor Naseru ha sufrido atentados antes. Podemos presumir de que está bien protegido de este.”

“Hantei Naseru nos encomendó esta misión,” dijo Shoin. ”¿Vais a arriesgaros a fallar a sabiendas de que podéis hacerlo de otra manera?”

“Claro que no,” dijo ella, “pero me alegro de que tú tampoco lo hicieras”

“Tengo curiosidad, Chieh,” dijo Shoin mirando de lado a la Fénix. “¿Cómo sabías que Gusai vendría a por mi? Esto es lo único que no has explicado.”

“Era obvio desde el principio,” dijo Chieh. “Si Naseru hubiera querido realmente que investigáramos los asesinatos, habría llamado a alguno de los cientos de magistrados con experiencia de todo el Imperio. En vez de eso, el te escogió a ti, un medio espíritu conocido, descendiente de un famoso espíritu, para encontrar a un asesino que mataba espíritus.”

Shoin pensó en ello un momento. “¿Yo era el cebo?” Preguntó.

Chieh sonrió levemente. “Supongo que lo siguiente que me preguntarás es desde cuando lo sé.”

“No,” dijo Shoin. “Una mujer sabia me dijo una vez que el mundo sería un lugar aburrido sin misterio.”