El Relato de Kachiko, 6ª Parte

 

Obsidian Edition

 

Traducción de Mori Saiseki




Durante mil años, la capital de Rokugan, Otosan Uchi, ha sido el hogar de la Dinastía Hantei.


Esos días han acabado.


Las sombras la envolvían como una capa confortable, y ella se mantenía tan cerca de ellas como se lo permitía su entrenamiento. Los hombres muertos que caminaban por los salones la devorarían si la pudiesen encontrar, pero sus mentes era torpes, y ella les evitaba con facilidad. La habían ordenado a que no saliese después del anochecer, pero Kachiko era una Bayushi, y los Bayushi nunca habían sido buenos obedeciendo órdenes.


Ella se escurrió entre los muertos que deambulaban, y deslizó hacia un lado un panel escondido, que llevaba a una habitación totalmente a oscuras. No se atrevió a encender ni siquiera una vela. Importaba poco. Se quedó quieta por un instante, permitiendo que la oscuridad de la habitación se hundiese en sus ojos. Luego, se acercó al panel del suelo que estaba suelto, lo levantó hacia un lado, y sacó el paquete de seda que había dentro.


Los sonidos de las torpes criaturas de afuera la asustaron por un momento, pero solo por un momento. Aguantó la respiración, y esperó a que las sombras se fuesen. Incluso desde aquí, podía oler su carne putrefacta. Tuvo que morderse el labio cuando vio una porción de la sombra desprenderse, y oyó el plaf carnoso golpear el suelo de madera.


Cuando estaba segura de que estaba otra vez sola, peló la envoltura de seda, descubriendo sus dedos la fría y lisa superficie de un espejo negro. Dejó la seda a un lado, y acarició su superficie con la punta de sus dedos.


Se lo acercó a sus labios y susurró, “Soy yo, hija de los secretos. Tu señora y sierva.”


Al caer sus palabras en el negro cristal, el espejo empezó a fluir con una luz oscura. Kachiko miró alrededor suyo para asegurarse de que nadie – ni ninguna cosa –veía la creciente aura oscura.


El espejo la susurró. Ella escuchó y obedeció, por que hay veces que incluso un Bayushi debe obedecer. El pequeño cuchillo estaba escondido en los pliegues de su kimono. Ella pasó la hoja muy delicadamente por la palma de su mano, mordiendo el corte para impedirse emitir algún ruido. Tres gotas de sangre cayeron al espejo, y parecían arder al tocar la obsidiana, brillando en la oscuridad.


“Necesito ver el pasado,” le susurró al espejo.


El color negro del espejo de obsidiana se arremolinó en un calidoscopio de colores y destellos, mientras Kachiko envolvía la palma de su mano con el algodón que había traído desde su habitación, pero sus ojos nunca abandonaron las imágenes centelleantes del espejo.


“Todo esto es por mi culpa,” dijo suavemente. “Fue mi veneno el que hizo débil al Emperador. Permití que los Pergaminos Oscuros fuesen encontrados. Ahora, el Oscuro posee su cuerpo, y estas asquerosas cosas andan por los pasillos del Palacio Imperial. Necesito ver el principio. Debe haber algo de lo que me haya olvidado.”


Y en unos minutos, pasaron dos años. Dos años que pasaron por la cara del espejo de obsidiana...


Dos años antes, el Imperio de Rokugan estaba en paz. Un joven e ingenuo Emperador estaba en el Trono Esmeralda, y los Seis Grandes Clanes servían sus deseos sin cuestionarlos. El traidor Clan Escorpión había sido aplastado por su insolente intento de golpe de estado, y para terminar con la línea Bayushi, el Emperador mató a su campeón, y se casó con su mujer, Kachiko.


Poco después, una misteriosa plaga empezó a golpear a los campesinos del Imperio. La plaga se propagaba rápidamente, y muy pronto, el propio Emperador cayó enfermo. Ni siquiera la hechicería de los más poderosos shugenja de Rokugan podía contener su fiebre. Entonces, el principal magistrado del Emperador – el Campeón Esmeralda – fue encontrado muerto en su casa, su oído burbujeando con veneno.


El Emperador no tenía heredero. Su resistencia disminuía día a día. Los estruendos de la guerra empezaron a deslizarse por los pacíficos campos de Rokugan. Cada Clan se preparó para la guerra, y en el Palacio Imperial, Bayushi Kachiko vio a los Clanes que habían aplastado a su familia moverse los unos contra los otros a través de su espejo de obsidiana, mientras ella preparaba la siguiente dosis de veneno para su paralizado marido...