El Relato de Kachiko, 8ª Parte
Jade Edition
Traducción de Mori Saiseki
El sonido del gong
resonó por los salones de Otosan Uchi, su repique a muerto amargo en el frío
aire del atardecer. Sentada en la ventana de piedra, estaba reclinada una
figura envuelta en seda, su cuerpo delineado en los nimbos del sol yaciente,
mientras proyectaba largas sombras formando ricos dibujos en el suelo de
madera. Desde la puerta, un ligero sonido anunció la presencia del sirviente
arrodillado. “Vuestro deseo, Señora.” Su voz era suave y reservada, pero ella
podía oír como el barniz de control estaba estirado al límite, y la rabia
rasgaba la desapasionada cara de Aramoro.
Un rayo de luz iluminó la cara de Kachiko, mientras murmuraba desde la ventana,
“Aramoro.” Suelto, su largo pelo caía en olas de obsidiana, surcando por su
espalda, y agarrándose a la suave curva de su cadera. El gong sonó por segunda
vez, repicando el final del día, el principio de la oscuridad. “Hay poco
tiempo, y solo tenemos unas pocas horas para hacer lo que necesitamos.”
“He encontrado al hombre que buscábamos, mi Señora. Su nombre es Hiroru.”
Aramoro elevó sus ojos desde el suelo mientras hablaba, sintiendo que la mirada
de ella se había detenido por un instante sobre su cara. “Es un ninja... pero
no de los míos. Aún así, creo que podemos confiar en él.”
Kachiko se alejó de la ventana, y Aramoro sintió que el frío se metía por su
piel, al cruzar brevemente la sombra de ella sobre su arrodillada figura. Las
manos de ella tejían dibujos en su pelo negro azabache, retorciéndolos en
espirales por la base de su cuello. Después de un momento, ella asintió, y
Aramoro se levantó haciendo una profunda reverencia, y desapareciendo en las
sombras que había cerca de la puerta. Cuando volvió, el último repique del gong
nocturno se desvaneció en el viento. Los moribundos rayos del atardecer pasaron
por debajo de la ventana, y el pelo de ella estaba suavemente cogido con
alfileres de marfil.
Junto a Aramoro, un hombre entró en la habitación, sus pasos largos y confiados.
No llevaba armadura, ni su simple haori tenía símbolos de alguna casa, pero se
movía con la practicada agilidad de un guerrero. Se detuvo ante Kachiko con una
corta, brusca reverencia, y sus ojos negros se colgaron del cuello de ella.
“Sabes lo que pienso sobre esto, Matsu,” ella le dijo a él. “Ten cuidado en
quien confías.”
“Mi corazón no juzga en vez de mis ojos, Señora Escorpión.”
Los ojos de Kachiko se entrecerraron. “No estoy tan segura de eso... al menos
en lo que se refiere a una determinada cara bonita.”
El ninja frunció el ceño, ignorando sus palabras. “Conozco a un hombre que me
puede ayudar a completar vuestro requerimiento, señora. Un hombre que sabe
mucho de la senda de la sombra.”
Ella asintió. “¿Hablas del ronin que tiene la espada de Iuchiban?”
“Ginawa, hai. Ese es del que hablo.”
Aramoro vio la mirada de Kachiko, aunque estaba escondido en las profundas
sombras. “Hablasteis muy bien de este, hermano mío, pero es la segunda vez que
me has recomendado a alguien, al que yo no confiaría ni la vida de un
Cangrejo.”
Aramoro se estremeció bajo la mirada de ella. “Como deseéis, mi señora.”
Hiroru se encogió de hombros. No tenéis que confiar en él. Solo tenéis que
confiar en mi.”
La sonrisa de Kachiko se veló bajo sus bajadas pestañas, y ella rozó con la
punta de sus dedos el abanico de sándalo que tenía metido dentro de su obi.
“¿Un Escorpión? ¿Confiar en un León?” La risa tras sus palabras fue tan suave
como la seda de su kimono.
“Ya no soy un León, Señora.” Su voz era dura, y las palabras cayeron como
virutas de acero. El acto reflejo de la mano de Aramoro fue buscar la
empuñadura de su espada, pero Kachiko levantó una grácil mano.
“Mantén tu acero en tu costado.” Volvió su atención de nuevo sobre Hiroru. “Muy
bien. Confía en quien quieras. Las vidas de nuestros hijos están en peligro. El
futuro de nuestro Clan esta en tus manos, ninja.” Toda amabilidad desapareció
de sus ojos. “Ahora vete. Encuentra a tu señor. Encontrarás a mi clan a tu
disposición.”
Hiroru se inclinó respetuosamente, giró sobre sus talones, y abandonó la
habitación, dejando solo a Kachiko, Aramoro y a las sombras.
“No confío en él, mi señora,” dijo el ninja.
“Tu opinión sobre él ha cambiado tan rápidamente, hermano mío. ¿Podría ser por
que le muestro la misma confianza que tengo en ti?” Aramoro inclinó su cabeza y
Kachiko suspiró. “Incluso en este momento, cuando nos han desterrado a las
tierras más allá del Sol, no te puedo perdonar.” Ella sonrió tristemente, y
agitó su cabeza. “Debes quedarte, Aramoro, y ser mis ojos.” Aramoro se acercó,
arrodillándose ante ella. Su mano se acercó, y sus dedos tocaron el pelo de él.
“Siempre estaré contigo, hermano mío. Y volveré.”
Sobre ellos, desde las alturas, en las profundidades de las sombras más
oscuras, Hiroru miró la escena y susurró, “Estoy seguro de que así será.” Luego
se volvió y saltó silenciosamente sobre los tejados, hacia las hogueras del
ejército ronin que estaba acampado al otro lado de las murallas del palacio.
Dos años han pasado desde el Día del Trueno. Dos años de reconstrucción, de
curar viejas heridas, y de volver a unir alianzas rotas. Dos años de paz. Bajo
el reinado del Emperador Toturi, las tierras de Rokugan han renacido. Los
Clanes han prosperado, y aunque la tensión aún es grande entre antiguos
enemigos, ha habido orden. Pero en la mañana del segundo aniversario de la
coronación de Toturi, ese orden volvió a descender, una vez más, en caos.
El nuevo Tao, el legado de Shinsei a la Edad del Hombre, no tiene respuestas a
las cuestiones planteadas en las ensangrentadas habitaciones de Toturi. El
Imperio mantiene una frágil esperanza de rescate, pero el Trono de Jade
permanece vacío en el silencioso salón de audiencias. Muy pronto, los Grandes
Clanes volverán a luchar por sus derechos para gobernar, y sin ningún poder que
les mantenga a raya, la oscura sombra de la guerra volverá a caer sobre
Rokugan.
Ahora, todo lo que resta es la ilusión de la paz. Grandes ejércitos se levantan
en el este, preparándose a dejar su marca sobre un debilitado Imperio, y viejas
enemistades empiezan a aflorar. Incluso los esfuerzos de los magistrados
Unicornio, el último bastión de la ley fuera de Otosan Uchi, pueden no ser
suficientes para detener la creciente marea de la revolución. En el albor de
una nueva Época, aún restan sombras del pasado...