El Rey de los Trolls, 2ª Parte

 

por Rich Wulf

 

Traducido por Hoshi Togai

 

Rokugan, año 1159 (la actualidad)

 

Togashi Matsuo se apoyo contra la rugosa falda de la montaña, deteniéndose un momento para tomar aliento. Una fría ráfaga de viento atravesó los picos, helando al joven ise zumi hasta los huesos. Matsuo se rió desafiante, enfrentándose al fuerte viento con la cabeza alta. Su entrenamiento como monje tatuado le permitía no sólo ignorar los rigores del clima de la áspera montaña, si no también para encontrar diversión en ellos. Sacó nuevas fuerzas de la helada ráfaga. Los tatuajes de su espalda cambiaron, tomando la forma de un dragón blanco.

Moviéndose hasta la cima de la colina. Elevó sus brazos al cielo. Los tatuajes cambiaron nuevamente, transformándose en una poderosa águila. Con un grito excitado, Matsuo saltó desde el borde de la montaña y desapareció entre la niebla situada más abajo.

Unos momentos más tarde, el joven ise zumi aterrizó de rodillas en la mesta situada en la base de la montaña. Echó un vistazo hacia atrás por el camino por el que había venido, una sonrisa burlona se dejó ver en su rostro. Se paso la mano por la lisa y afeitada cabeza y emitió un silbido.

“Bien hecho, muchacho,” dijo una voz mas allá del camino. Al igual que Matsuo, el recién llegado era también un ise zumi; un gran dragón recorría su pecho y brazos. Finas arrugas alrededor de sus ojos indicaban que era mas viejo de lo que aparentaba.

“Es sobre el arte de descender montañas,” dijo Matsuo, volviéndose, “por necesidad, uno debe dominar el arte al primer intento.”

“¿Así que eres un maestro ahora?” El otro hombre se rió.

“Por supuesto,” Matsuo se encogió de hombros. “Mi maestro fue el legendario Togashi Mitsu.”

El otro hombre se rió a carcajadas. “¿Legendario, de verdad?”

“Por supuesto,” dijo Matsuo fingiendo una gran sinceridad. “Una vez derrotó cuarenta oni con un par de chopsticks.”

“Mmmmm,” gruño Mitsu. “Si soy tan legendario, entonces, ¿no crees que el Señor Uso me hubiese asignado una tarea más importante, en lugar de explorar el suroeste de las provincias del clan?” Se cruzó de brazos y miró al estéril y deshabitado paisaje.

“¿Quizá sea una prueba de vuestra legendaria humildad, maestro?” Pregunto Matsuo.

Mitsu atravesó a su estudiante con una mirada irritada. Matsuo mantuvo su expresión seria un momento antes de desviar la mirada y disimular su sonrisa con un carraspeo.

Mitsu levanto una grisácea ceja en desaprobación. “Tu humor está fuera de lugar, estudiante. Son malos tiempos para nuestro clan. Nuestra gente está hambrienta. Junnosuke nos ha abandonado, ensuciando el nombre de nuestro clan. La mayor parte de nuestros ejércitos se oculta tras muros de tierra, aguardando a que las nieves del invierno caigan antes de que Shiba Aikune vuelva nuevamente. Satsu, Shaitung, Hoshi, Eisai, todos han desaparecido. Pertenezco a donde pueda ser útil, no aquí, en el medio de la nada.”

“Comparto tu frustración, sensei” dijo Matsuo, inclinando su cabeza arrepentido. “Como vos, estoy seguro de que si estuviese en el Altar del Ki-Rin, todos los problemas del Clan Dragón desaparecerían la próxima vez que la Dama Luna se levantase. Pero eso no puede ser. Nuestros hermanos y hermanas deberán continuar luchando sin nosotros.”

Mitsu miró nuevamente a Matsuo. “Te castigaría por ese humor fuera de tono, pero creo que la Fortuna de la Ironía me castigaría también al momento,” dijo.

”No estoy tan versado en el arte de la teología como vos, sabio sensei,” dijo Matsuo con exagerada seriedad, “pero no creo que exista una Fortuna de la Ironía.”

“Continua hablando entonces, muchacho,” dijo Mitsu, mirando alrededor del paisaje nuevamente. “Estoy seguro de ese ser surgirá de tu aliento en un momento.”

Matsuo se rió y aplaudió de manera suave, reconociendo al vencedor de su duelo verbal.

“Shhh,” dijo Mitsu, levantando rápidamente una mano.

Matsuo miró rápidamente a su alrededor. “¿Ha oído algo, maestro?” Los tatuajes del pecho del joven tomaron la forma de un lobo aullando. Matsuo olfateó el aire.

“Creo...” Mitsu meneo la cabeza, “Quizá solo fueron imaginaciones mías”

Matsuo lo miró confundido.

“Tenía la vaga esperanza de que el Señor Uso tuviese otros motivos para enviarnos aquí distintos de los de deshacerse de un anciano entrometido y un mocoso sarcástico,” dijo Mitsu, “tenía la esperanza, durante un momento, que quizá fuese otra la razón para encontrarnos aquí, algo demasiado delicado para que Uso se atreviese a contarlo, pero que estaba seguro de que nosotros dos nos podríamos ocupar.”

“Tenéis mucha imaginación, sensei,” dijo Matsuo. “¿Quién es el mocoso sarcástico?”

Mitsu no hizo caso a la pregunta “Quizá seria mejor que nos fuésemos...” Mitsu de repente se quedo quieto, notando la mirada distraída de los ojos de Matsuo.

El pico de la montaña parecía estar moviéndose.

“Por el Señor Sol...” exclamó Matsuo

“Yo conocí al Señor Sol” dijo Mitsu todavía atento. “Apostaría a que ahora mismo se está riendo de nosotros dos,” Mitsu echó un vistazo a su derecha e izquierda. “¿Está la montaña... moviéndose?”

Matsuo tensó la cabeza “Puedo oír el corazón de la montaña latiendo,” dijo. “Sensei, ¡cuidado!” El tatuaje del pecho de  Matsuo se transformo nuevamente en un águila. De repente tomó al anciano ise zumi por el brazo y saltó.

La tierra tras ellos explotó con un rugido cacofónico. Los fragmentos caían a su alrededor. Una nube de polvo los cubrió rápidamente. Los dos Dragones tropezaron en medio del caos; poniendo en práctica todo su entrenamiento se deslizaron y dejaron caer por la falda de la montaña lo mejor que pudieron. Al cabo de un momento, se dieron cuenta de que era la misma montaña la que se estaba moviendo.

Cegado y atontado, Matsuo dijo una oración a cada una de las Fortunas que podía nombrar, incluida la Fortuna de la Ironía que no tenia nombre, y saltó.

 

 

Los dos Dragones se derrumbaron en el interior de la pequeña cueva, jadeando para recuperar el aliento. Mitsu se apoyó contra un grueso tronco de una conífera. Matsuo cayó colapsado en el suelo, hundiendo los dedos en la tierra como si estuviera agradecido por encontrarse sobre un suelo firme por fin. Ambos hombres estaban cubiertos de sangre y polvo. Los ojos de Mitsu estaban pegados en el horizonte, sobre una sombría figura, increíblemente grande, que se dirigía hacia el oeste.

“Gracias a Amaterasu que encontramos esta cueva,” susurró Mitsu.

“¿Qué era esa cosa?” Matsuo quiso saber, mirando a su sensei con ojos aterrorizados.

“Yo... yo no lo se,” dijo Mitsu.

Matsuo miró de nuevo a su maestro. “¿Nunca habías visto antes algo como esto?” Pregunto Matsuo.

Mitsu negó lentamente con su cabeza.

“Entonces nos encontramos en problemas,” Matsuo dijo con aire taciturno. “Al menos se está alejando de las tierras Dragón.”

“¿Y eso lo transforma en problema de otros?” Pregunto Mitsu, mirando a Matsuo.

“Sabías que eso no es lo que quería decir, sensei,” dijo Matsuo, poniéndose en pie y sacudiéndose el polvo de la hakama con ambas manos. “Yo...eso es extraño.” Miro hacia su izquierda. “No recuerdo que hubiese un barranco por aquí.”

Un par de ojos amarillos aparecieron en la oscuridad de la cueva tras ellos. “No un barranco... una huella. Una huella del Rey Troll.” Una cara de reptil marrón-verdosa surgió de las sombras, circular con pómulos afilados. Los miro a los dos con paciencia. Se trataba de una criatura achaparrada, del tamaño de un hombre adulto, vestido con prendas de tejido basto.

“¡Un Zokujin!” Gritó Matsuo. Un gran dragón blanco onduleó a través de su pecho. Un aliento helado surgió de la boca del hombre tatuado.

“¡NO!” Gritó Mitsu, levantando una mano para detener a su discípulo.

“Maestro, ¿no has oído las historias?” Grito Matsuo. “¡Estas bestias atacan nuestras patrullas!”

“Estas bestias pueden cavar a través de la piedra sólida,” replicó Mitsu, paralizando a su estudiante con una severa mirada. “Si no fuera por la cueva que cavó este, ambos estaríamos muertos.”

Matsuo abrió su boca, miro al zokujin, nuevamente a Mitsu, y la cerró sin decir una palabra. Asintió y retrocedió.

“Mis disculpas,” dijo Mitsu, inclinándose hasta la cintura de la criatura. Matsuo imitó el gesto. “Y mi agradecimiento. Soy Togashi Mitsu del Clan Dragón. Este es mi estudiante, Matsuo.”

La expresión de los grandes ojos de la criatura no cambió. Apuntando con un largo dedo hacia su pecho dijo “Zgkol,” y continuó observándolos.

“Fue afortunado que llegases cuando lo hiciste, Zgkol” dijo Mitsu, confundiéndose un poco con el extraño nombre.

“¿Dónde debería de haber estado Zgkol?” Dijo la criatura, suspirando. “Zgkol siempre ha estado aquí.”

“¿Qué era esa criatura?” Pregunto Matsuo, apuntando a la sombra que se perdía en la lejanía.

Zgkol dirigió su cabeza hacia Matsuo. “Tu lo sabes,” dijo. “¿Has venido a despertar al Rey Troll, verdad?”

“¿El Rey Troll?” Se mofó Matsuo. “¡Eso es solo una Leyenda!”

“Lo mismo que yo, ¿recuerdas?” Dijo Mitsu con sequedad.

Los ojos de Zgkol se entrecerraron. “Zgkol ha estado vigilando. Habéis estado buscando algo en las montañas.”

Mitsu y Matsuo intercambiaron una mirada desconcertada. “No,” dijo Mitsu. “No vinimos aquí para despertar al Rey Troll. Simplemente vinimos para inspeccionar las provincias del sur de nuestro clan. Nosotros no teníamos ninguna idea de que nos encontraríamos a tal criatura aquí.”

“¿Y que es lo que vais a hacer ahora?” Pregunto Zgkol. “El Rey Troll es muy peligroso. ¿Huirán los Dragones, o ayudaran en la lucha?”

“Si conoces alguna forma de enfrentarnos a esa criatura, estaremos encantados de ayudar,” dijo Mitsu.

Zgkol continuó estudiándolos durante otro largo instante. Levanto la cabeza y dijo algo en un lenguaje extraño y gutural. Dos docenas de zokujin se separaron del paisaje circundante y dejaron a un lado las afiladas piedras que tenían preparadas para lanzar.

“Son casi tan silenciosos como los Daidoji,” dijo Mitsu, impresionado.

Los zokujin estaban ahora ignorándolos a ambos. La mayoría estaban sentados en los cascotes que quedaban de la montaña, mirando al Rey Troll. Zgkol revolvió entre sus ropas, sacando finalmente de entre ellas una pequeña figurilla de jade.

“El Mata-Troll Gohiro dejo esto,” dijo Zgkol, dirigiéndose hacia los ise zumi. “Mata-Troll preguntó si enseñaríamos las lecciones, asegurarse de que siempre habría alguien listo para derrotar al Rey Troll.” El zokujin susurro a la estatua durante unos instantes. La pequeña figura cambio; su cara genérica se transformó en una mascara rodeada por pelo largo. Sus diminutos brazos se movieron como si estuviera viva.

“Zgkol-san,” dijo la pequeña estatua, con voz ligera y resonante. Se inclinó en la mano del zokujin. “¿Qué noticias hay de las tierras Dragón?”

“Reconozco esa voz,” dijo Mitsu murmurando por lo bajo.

“El momento ha llegado, Bayushi-sama,” Zgkol dijo. “El Rey Troll está ahora despierto.”

“¿Bayushi?” Gritó Mitsu de repente.

“¿Puedes disculparme?” dijo la pequeña estatua, fijándose detalladamente. “¿Quién es el que está hablando?”

Mitsu se movió mas rápido que el pensamiento, arrebatando la pequeña figura de las manos de Zgkol. El zokujin siseó alarmado y se echo a un lado, apartándose del beligerante Dragón.

“¿Estabas usando a los zokujin para espiar al Clan Dragón?” Quiso saber Mitsu, apretando la figurilla en su puño. “¿A tus propios aliados?”

“El famoso Togashi Mitsu,” dijo la estatua; el tono que usaba era mas parecido el de un hombre saludando a un amigo muy querido en lugar de la voz de una pequeña estatua que estaba siendo aplastada por el puño de un hombre mucho más grande. “Por favor, permíteme explicarme. Esto no es lo que parece. Mi nombre es Bayushi Ogura.”

“El Escorpión está involucrado y nada es lo que parece,” dijo Matsuo con sorna. “¡Vaya sorpresa!”

“Venga, venga,” dijo la estatua con una risa. “No soy vuestro enemigo. Creo que ese honor le corresponde a un Troll de 200 metros de altura. Ha permanecido enterrado en vuestras tierras durante dos siglos, Mitsu-sama. Los Señores del Clan Dragón siempre han conocido su existencia, y el peligro que podía causar. ¿Crees que fue una coincidencia que alguien tan importante como tú fuera enviado a patrullar estas tierras estériles mientras tu clan tiene otros problemas?”

“El zokujin conocía tu nombre,” dijo Mitsu. “Algo me dice que él te informa mucho más a menudo que una vez cada dos siglos. Los estás usando como espías.”

“Zgkol es... un buen amigo,” dijo la estatua. “Mantén a tus amigos cerca, creo que era así el dicho. Trabajemos juntos, y conduzcamos a esa bestia a su final lo mas rápidamente posible. ¿Qué dices, Mitsu-sama? Sería un honor luchar a tu lado.”

“Hai,” dijo Mitsu, deteniéndose sólo un momento para considerarlo.

“¿Qué ruta tomó?” Pregunto la estatua.

“Al oeste, siguiendo las montañas,” dijo Mitsu.

“Territorio Unicornio,” dijo la estatua, su tono era de perplejidad. “Quizá el asunto no sea tan urgente después de todo.”

Mitsu fruncio el ceño.

“Bromeaba, por supuesto,” dijo la estatua. “¿Cuánto podréis tardar en llegar a Ryoko Owari?”

Mitsu sonrió, un tatuaje de un ciempiés de un rojo brillante cubrió su pecho y brazos. Los diseños del pecho de Matsuo cambiaron para formar la figura de una liebre corriendo. “Estamos en camino,” dijo Mitsu.

 

 

Bayushi Ogura estaba sentado detrás de un pequeño escritorio en sus oficinas de Ryoko Owari. Numerosas documentos desplegadas y  pequeños artículos de brillante piedra verde permanecían delante suya. El joven  Escorpión estudió un pergamino en particular con gran atención. Aunque hubiera heredado el aspecto de su padre, uno alguna vez acusaría Bayushi Ogura de ser a un hombre guapo. Sus ojos eran demasiado duros. Él fruncía demasiado el ceño. Tendió a vestir de oscuro, la ropa que se ponía era intimidadora. Su máscara parecía un cadáver pálido y sin expresión. Se dirigía a otros con un tono agudo y condescendiente. Algunos decían que Ogura siempre parecía como si estuviera planeando el funeral de algún otro.

Bayushi Ogura se preocupaba poco de lo que los otros decían de él. Tenía otras cosas en la cabeza.

La mampara shoji se apartó hacia un lado. Un samurai enmascarado miró detenidamente la habitación. “Ogura-sama,” susurro. “Tenéis visita.”

“A,” dijo Ogura, dejando el pergamino que tenía entre manos a un lado. “¿El Caza Brujas? Dile que pase, Katai.”

“No se trata del Caza Brujas,” contesto el Yojimbo. “Son dos ise zumi.”

Ogura parpadeó, entonces miro la diminuta figura de jade en una esquina de su escritorio. “Es imposible. Hace sólo cinco horas que hable con ellos.”

El yojimbo parecía perdido. “¿Señor, debería despedirlos?”

“En absoluto,” dijo con un tono agudo “Diles que pasen.”

Los dos enormes Dragones entraron en la habitación. Un vapor se elevaba de sus espaldas.

“Togashi Mitsu, debo suponer,” dijo Ogura, poniéndose en pie y haciendo una reverencia. “¿Y tu compañero?”

“Matsuo,” dijo Mitsu, “mi estudiante.”

Ogura asintió. “Es un gran honor. Debo admitir que estoy bastante sorprendido. La tumba del Rey Troll se encuentra a casi nueve días de viaje de aquí.”

Mitsu gruñó devolviendo la reverencia. “ Las montañas nos retrasaron un poco.”

“El sentido del humor ise zumi,” dijo Ogura, tomando asiento nuevamente. “Que refrescante. En cualquier caso, estoy encantado de veros aquí. Estoy seguro de que con el afamado Mitsu y su estudiante a mi lado, saldremos triunfantes como mi glorioso antepasado.” El tono de Ogura no sonaba de ningún modo triunfante. De hecho, su voz parecía atenazada por el miedo. “¿Puedo proporcionaros algún refresco? ¿Sake quizás?”

“No, gracias” dijo Mitsu. “¿Qué es lo que nos puedes contar de la criatura que vimos en las montañas?”

“Directo al grano, ¿verdad?” Dijo Ogura. “Es una larga historia. Hace unos doscientos años, para ser preciso. Hace dos siglos, un cartógrafo Imperial llamado Asako Gohiro fue enviado a investigar las Montañas Seikitsu. Mientras exploraba la zona, sus ayudantes Unicornio accidentalmente despertaron a la criatura que has visto hoy. Causando problemas  a lo largo del Imperio, dejando en ruinas las ciudades de los Unicornio y Escorpion. A medida que avanzaba, sacaba poder de la tierra y se volvía más grande. Destruía todo a su paso.”

“Pero de alguna forma fue puesto a descansar,” dijo Mitsu.

Ogura asintió. “Con la ayuda de un magistrado llamado Bayushi Seiko. Gohiro conoció al zokujin llamado Zgkol. Los zokujin parecían conocer mucho sobre la magia que había creado al Rey Troll. Él mostró a Gohiro como lanzar un conjuro que separaría el espíritu del Troll de su cuerpo, sumiéndolo en un profundo sueño.”

“¿Zgkol?” Preguntó Mitsu. “¿Es el mismo zokujin que he conocido hoy? ¿Cómo puede ser posible eso?”

“Los zokujin son una raza muy longeva,” replico Ogura. “Para continuar la historia, Gohiro se enfrentó al troll y lanzó su hechizo, mientras Seiko lo distraía usando una espada hecha de cristal puro. Al final Gohiro derrotó al Rey Troll. Con el tiempo, Zgkol, mostró también a los descendientes de Seiko los secretos para derrotar al Rey Troll. Aunque los secretos para derrotar al Rey Troll han pasado de generación en generación. Yo lo he heredado la tarea de mi madre,. Y aquí nos encontramos.”

Mitsu frunció el ceño. “Si Zgkol enseñó a Gohiro la magia que necesitaba para derrotar al Rey Troll, ¿por qué simplemente no lanzaron el conjuro ellos mismos?”

“Es una pregunta que yo siempre me he hecho,” dijo Ogura. “Siempre he sentido que los zokujin sabían mucho más sobre el Rey Troll de lo que demostraban. Siempre he tratado de buscar la forma de descubrir que es lo que estarían ocultando, pero seria como curiosear los secretos de lo bueno que tiene una piedra.”

“Los que tienen los secretos más oscuros son los que mejor los ocultan,” dijo Mitsu.

“Por necesidad,” dijo Ocurra, asintiendo.

La mampara shoji se abrió nuevamente, y Katai apareció una vez más. “Mi señor, el otro visitante que aguardabais está aquí,” dijo.

“Por supuesto,” dijo Ogura. “Hazlo pasar.”

“¿Otro visitante?” Preguntó Matsuo.

“El agente local de los Cazabrujas Kuni,” dijo Okura. “Mi ancestro Bayushi Seiko sirvió en el Muro del Carpintero. Desde aquella época, siempre hemos encontrado útil mantener relaciones con los Cangrejos.”

Unos momentos después, un joven vestido con ropas azul oscuro entro en la habitación. Llevaba su pelo en un moño como una fregona. Su cara estaba pintada de azul y negro, de tal forma que parecía la de un demonio frunciendo el ceño. Un sello de jade colgaba de su cuello con un par de pinzas de cangrejo cruzadas y un ojo abierto talladas en él. Un pequeño tetsubo colgaba de su espalda. Sus ojos examinaron la habitación, buscando algún enemigo oculto o quizás trazando una ruta de huida. Los ojos del joven se ensancharon con sorpresa cuando descubrió a los dos ise zumi.

“Kuni-san,” dijo Ogura, poniéndose en pie y haciendo una reverencia al joven. “Mitsu, tengo el placer de presentaros a Kuni Junji. Junji, es un honor para mi presentaros a Togashi Mitsu y a su estudiante Matsuo.”

El Cazador de Brujas se quedo sorprendido. “¿El Togashi Mitsu?” Pregunto, asombrado.

“El legendario Togashi Mitsu,” dijo Matsuo. Junji hizo la reverencia más profunda que sabía.

“Por favor Matsuo, no lo hagas,” se lamento Mitsu.

“Mis más humildes disculpas, Mitsu-sama,” dijo Junji.

“También agradecería que no nos preocupásemos por eso,” dijo Mitsu.

“Desde luego,” dijo Junjin. “Es que difícilmente consigue uno encontrar a un héroe en un lugar tan lleno de pecado y vicio como Ryoko Owari. Sus calles están llenas de toda clase de villanos.” Junji miró significativamente a Ogura.

“Ya es suficiente,” dijo Ogura moviéndose hacia la parte más oscura de la habitación. “Tenemos trabajo que hacer.” El Escorpión susurró una sencilla plegaria al kami del fuego, y una suave luz lleno el fondo de la habitación. Un hermoso soporte lacado sostenía una sencilla katana. Ogura tomó la espada con gran reverencia del lugar donde se encontraba.

Junji se dirigió a Ogura. “Katai dijo que se trataba de una emergencia.”

“El Rey Troll se ha despertado,” dijo Ogura, mirando sobre su hombro.

De alguna forma, el Cazabrujas palideció por debajo de su maquillaje. “¿Cuándo nos ponemos en marcha?” Preguntó.

Ogura introdujo la espada en su obi. “Inmediatamente,” dijo. “No podemos permitirnos que nada nos entretenga.”

 

 

Se consideraba que el Paso de Seikitsu era un lugar hermoso. Desde la lejanía, casi parecía que una gran mano había descendido de los cielos y había apartado las montañas. Si hacías caso a las historias del Clan Unicornio, esto es lo que había ocurrido exactamente.

Ogura difícilmente era capaz de apreciar la belleza del lugar. Por el momento, el molesto samurai Unicornio que les impedía continuar su camino a través del paso ocupaba toda su atención.

“Los papeles están en orden,” dijo Ogura, con un tono seco e impaciente. “Por favor permítenos continuar nuestro camino.”

El guardia Unicornio examino el documento sellado, entonces se fijo en Ogura de nuevo, después en la docena de bushi Escorpión, los dos ise zumi, y en el Cazabrujas que le acompañaba. “Misión diplomática, Bayushi-sama?” Preguntó.

“Algo parecido,” replicó Ogura. “Estoy aquí como representante de mi padre, Bayushi Kaukatsu.”

“A,” dijo el Unicornio. “¿Y él es alguien importante?”

Ogura se enervó. “Mi misión es urgente Shinjo-san,” dijo con el tono más cortés del que era capaz. “Si fueses tan amable de permitirnos el paso, estaríamos seguros de permanecer la menor cantidad de tiempo en vuestras tierras como sea posible.”

“Por supuesto que no lo haré,” dijo el Unicornio. “Con un grupo tan fuertemente armado como el vuestro, no creo que os lleve demasiado tiempo llevar a cabo lo que tuvieseis planeado. Iros.” Enrolló los documentos de viaje de Ogura y se los devolvió de nuevo al Escorpión.

“No tienes ni idea de lo que estás haciendo,” siseó el Escorpión.

“Por supuesto que lo sé,” replicó el Unicornio. “Os estoy ofreciendo amablemente que os deis la vuelta antes de que muestre estos documentos falsificados a mi superior, el se dé cuenta de que el sello de los mismos es una falsificación, y acabemos teniéndonos que matar entre nosotros.”

Ogura se mofó.

“Por supuesto puedo estar equivocado,” dijo el Unicornio con una sonrisa. “Quizá la cera del sello esté sencillamente dañada. Estoy seguro de que si volvéis a Ryoko Owari y hacéis que el magistrado Unicornio de allí la sustituya, estaríamos de acuerdo en que después de todo no era una falsificación.”

Ogura colocó nuevamente los papeles en su funda, y volvió grupa de nuevo al camino. Los otros lo siguieron, guiando con cuidado sus caballos por el rocoso terreno.

“No lo entiendo,” dijo Matsuo, volviendo la vista hacia el puesto de guardia. “¿Por qué creería ese Unicornio que nuestros papeles estaban falsificados?”

“Porque eran una falsificación,” dijo Ogura. “No tuve tiempo para preparar nuestro viaje a través de los cauces oficiales, y tampoco tenia a mano los suficientes koku para sobornar al magistrado local de los Unicornio. Tuve que apañármelas con un falsificador, y teníamos demasiada prisa como para conseguir uno decente.”

“Sencillamente podrías haberles explicado el peligro,” dijo Junji. “Es posible que nos hubieran dejado pasar.”

“Un pequeño ejército de Escorpión decirles a los Unicornio que habían venido para luchar con un troll gigante en sus tierras,” dijo Matsuo. “El resultado de tal honestidad habría sido interesante, si hubiese habido alguno. Me asombraría que los Unicornio sólo se riesen de nosotros de nuevo, o que nos acusasen de despertar al troll y nos matasen a todos.”

“Eso no importa,” dijo con fiereza Ogura. “Hemos de encontrar otro camino a través de las montañas, aunque tenía la esperanza de explorar el Seikitsu mientras nos encontrábamos por aquí.”

“¿Por qué?” Pregunto Junji.

“Fue en esta zona donde los exploradores unicornio descubrieron por primera vez al Rey Troll hace dos siglos,” dijo Ogura. “Creo que los rumores sobre las excavaciones del Clan Unicornio están relacionadas con el que se despertara.”

“Bien, existen cierto número de pequeños pasos a través de las montañas,” dijo Mitsu. “La mayoría son peligrosos en esta época del año, pero con un grupo tan pequeño como este deberíamos ser capaces de cruzarlos. El viaje sólo nos llevaría unos cuantos días más.”

“¿Y cuanto será capaz de destruir el troll durante ese tiempo?” Preguntó Ogura.

 

 

Encontrar el rastro del Rey de los Troll no fue difícil. El camino de destrucción marcado a lo largo del paisaje, destruyendo indistintamente tanto estructuras naturales como humanas. No mucho mas tarde encontraron el rastro de la criatura, encontraron una pequeña villa que había atravesado. Los edificios se encontraban en ruinas; cuerpos de samurais y de campesinos se hallaban dispersos por doquier. Los ojos aterrorizados de los supervivientes los miraban desde los escombros.

Matsuo se echo a un lado del camino. Un puñado de asustados hijos de campesinos lo observaban, preparados para huir en cualquier momento. Matsuo sonrió dulcemente, saco varias bolas de arroz envueltas en papel de su furoshiki, y las depositó al lado del camino. Se volvió apresurándose a reunirse con los demás.

A un lado del camino, el cuerpo de un samurai Unicornio estaba tirado al lado de un charco de fluido verde. Junji se dirigió rápidamente hacia el charco, se arrodilló, y puso una mano sobre la superficie. Frunció el ceño. “Extraño,” dijo el cazabrujas, dirigiéndose hacia los otros. “Esta es sin duda la sangre del troll, pero no siento la Mancha.” Miró nuevamente a los demás.

“¿Qué tiene que ver que la criatura tenga la Mancha o no?” Dijo Matsuo, señalando con un gesto el pueblo en ruinas. “Todavía no lo hemos detenido.”

“Ese no es el asunto en cuestión, Matsuo,” dijo Ogura, mirando hacia abajo desde su caballo con una expresión preocupada. Junji y yo siempre habíamos asumido que el Rey Troll estaría Manchado. Esto cambia nuestra estrategia considerablemente.”

“Mis hechizos están orientados a la destrucción de la Mancha,” añadió Junji. “No estoy seguro de cuanta utilidad podré ser si el Troll no es una criatura de las Tierras Sombrías. ¿Cómo puede esto ser posible? Pensaba que Fu Leng había creado a los Trolls.” El cazabrujas montó nuevamente sobre su silla.

“He visto Volturnum,” dijo Mitsu. “Esa ciudad es desde lejos mucho mas vieja que el Imperio.”

“Un misterio de otro tiempo,” dijo Ogura. “No podemos entretenernos mas tiempo. Encontremos a esa criatura y acabemos con esto.” El Escorpión puso a su caballo al galope. Los otros lo siguieron tan rápido como eran capaces.

Algún tiempo después, Ogura se detuvo para esperar a los otros. Junji fue el primero en alcanzarlo. Un gesto solemne se fijó en los rasgos del cazador de brujas.

“¿Por qué tan serio, Kuni-san?” Pregunto Ogura. “Estamos a punto de convertirnos en héroes.”

“Guárdate tus dulces palabras, Escorpión,” replico Junji. “Estoy aquí porque la causa es justa. No somos amigos. Cuando esta misión acabe, volveré a mis investigaciones.”

“Siéntete libre para hacerlo, Kuni-san,” dijo Ogura con frialdad. “No tengo nada que ocultar.”

“Eso haré,” replicó Junji y galopó hacia la carretera.

 

 

El rastro del Rey Troll continuaba hacia el suroeste. La criatura parecía moverse muy lentamente, pero no dejaba nada en pie a su paso. A donde quiera que se dirigiera, iba hacia allí con algún propósito. Afortunadamente no había mas pueblos en su camino.

Desafortunadamente, el Clan Unicornio si lo estaba. El Rey Troll se hallaba delante del Gran Cráter, en la entrada del Paso de Seikitsu. Los soldados Unicornio defendía el paso de la enorme criatura lo mejor que podían. Incontables flechas de los arqueros Unicornio acribillaban los miembros de la bestia. Rayos de hielo y electricidad surgían de los shugenjas que había ocultos, golpeando a la criatura en las piernas y cara. El troll golpeaba salvajemente a los samurai a caballo, lanzando piedras y árboles en todas las direcciones. Los Unicornio luchaban con valor, pero cada vez que la bestia atacaba otro samurai caía para no volverse a levantar. Sus flechas y magia no dañaban en absoluto al Rey Troll, aunque había detenido su marcha para enfrentarse a los atacantes.

“Ciertamente, esto es irónico,” dijo Mitsu, poniéndose tras un montón de rocas desde donde podía ver claramente el campo de batalla más adelante. “Si hubiésemos esperado en el paso, el troll hubiese venido a nosotros. Creo que estas en lo cierto, Ogura. Parece que está buscando algo más allá.”

“Espero que aquel arrogante guardia se encuentre en alguna parte de allí abajo,” dijo Ogura con cierta ironía.

“Simplemente estaba cumpliendo con su deber,” dijo Matsuo.

“Y ahora es momento de que cumplamos con el nuestro,” dijo Junji.

“La criatura es mucho más grande de lo que cuentan las leyendas,” dijo Ogura. “Esperemos que la magia zokujin todavía funcione. Necesitare tu ayuda  para el lanzamiento del hechizo, Junji.”

“Por supuesto,” dijo el cazador de brujas. “Rezaré para que nuestro poder sea suficiente para detenerlo.”

“Pronto lo sabremos,” dijo Mitsu con una sonrisa maníaca. Los tatuajes de su pecho y brazos parecían retorcerse como anticipándose a la batalla. “¿Estás listo, Matsuo?”

“Siempre estoy listo,” replicó Matsuo. El tatuaje del dragón blanco apareció una vez más sobre su piel. El hizo crujir sus nudillos.

“Toma esto,” dijo Ogura, desenvainando la antigua espada de su obi y tendiéndosela a Mitsu. “Junji y yo comenzaremos con el hechizo mientras ayudas a los Unicornio a distraer a la bestia.”

Mitsu tomo la katana de cristal mientras observaba la hoja. “No he esgrimido una de estas en mucho tiempo.”

“Y la hoja no ha sido blandida en mucho tiempo,” replicó Ogura. “Así que estáis empatados” Se volvió a los samurai Escorpión que lo seguían. “¡Adelante! ¡Seguid a los ise zumi hacia la victoria!”

Los samurai Escorpión y los tatuados cargaron. Ogura y Junji los siguieron, pero se mantuvieron al margen en un extremo del campo de batalla. Los Escorpiones se movieron para cubrir los huecos en la defensa de los Unicornio, disparando sus arcos hacia la enorme criatura. Los Unicornio parecieron sorprendidos por la llegado de los Escorpión sólo durante un momento, en seguida se situaron para acomodar a los inesperados aliados. Mitsu y Matsuo cargaron directamente pare enfrentarse a la bestia.  Matsu escupía fragmentos de hielo de su boca, que producían profundos cortes en el tobillo del Rey Troll, haciendo manar un humor verdoso. Mitsu corrió hacia la pierna de la criatura, dejando un rastro de huellas ardientes. Realizando un giro en el aire, Mitsu hundió la hoja en la espalda de la criatura mientras se dejaba caer. Causó una enorme cicatriz de color verde en la espalda de la criatura mientras caía. El Rey Troll aulló de rabia y dolor, agitándose en un intento desesperado de aplastar al ágil ise zumi.

“Los ise zumi son bastante poderosos,” dijo Junji, agitando sus dedos en un complejo patrón, mientras hacía surgir su magia.

“Por supuesto,” replicó Ogura, sacando uno de sus pergaminos y comenzando el ritual que permitiría acabar con el Rey Troll. “¿Por qué crees que los Escorpión se preocuparon de aliarse con ellos?”

“Parece que los Escorpión siempre toman la ruta más segura hacia el poder,” dijo Junji, mirando con frialdad al Escorpión.

“Realmente no se de que estás hablando,” dijo Ogura, “y no es el momento para tus acusaciones, cazador de brujas.”

Junji no dijo nada, simplemente asintió con la cabeza y continuó el ritual. En el campo de batalla, el Rey Troll de repente se detuvo. Sus amplios ojos negros, de repente, reflejaron el miedo. Reconocía las sensaciones que sentía en ese instante, el poder de la magia zokujin arrancándole lentamente el alma del cuerpo. Examinaba el campo de batalla con desesperación, tratando de encontrar a los lanzadores del hechizo. Mitsu y Matsuo, a su espalda, escupían por los ojos llamaradas de fuego y hielo.

“El hechizo está funcionando,”susurro Junji entre los cánticos. El miró de nuevo a Bayushi Ogura. Los ojos del cazador de brujas se abrieron de golpe cuando notó la malévola sonrisa en el rostro del Escorpión.

“Tan poderosa como Zgkol prometiera,” asintió Ogura. Él comenzó un cántico diferente, un ritual mucho más complejo. Los kami de la tierra y el aire se agitaron a su alrededor, sobre él, de repente apuntó hacia Junji. “Ahora finalízalo, cazador de brujas.”

Junji retrocedió, de repente se encontró con todo el poder del ritual zokujin transferido a él. No podía parar de cantar, no podía dejar de recitar el hechizo, no podía romper la conexión entre su alma y la del poderoso Rey de los Troll. Ogura se encontraba a solo unos pocos pasos, con una malévola sonrisa en su rostro. “¿Cómo?” Fue todo lo que Junji pudo decir en medio de su propio cántico.

“Asako Gohiro fue un gran héroe,” dijo Ogura. “Estaba preparado para dar su vida para salvar el Imperio. Yo también estoy preparado para ofrecer la vida de un gran héroe para salvar al imperio. La tuya.”

“¡Tu! ¡Bastardo...” aulló Junji. La piel del cazador de brujas comenzó a agrietarse y a cubrirse de ampollas. “Nunca debí haber confiado en ti.”

“Que ofensivo,”dijo Ogura “¡Soy una persona muy de fiar! Tu error fue no confiar en mi, Kuni-san, fue el convertirme en tu enemigo. Tu investigación ha finalizado. Tengo la certeza de que en este momento Katai y mis otros bushi han registrado de arriba abajo tu cuchitril en Ryoko Owari y confiscado cualquier ‘evidencia’ que pudieras haber obtenido. Míralo de esta forma, Junji. Tu muerte será noble, ensalzada en versos y canciones, y yo, tu noble compañero, oficiare como shugenja en tu funeral.”

“Te maldigo, Ogura” el cazador de brujas susurro mientras su alma era arrancada de su cuerpo.

En el campo de batalla, el enorme cuerpo del Rey Troll de repente se estremeció y derrumbó con un potente estallido. En ese momento, el cadáver ardiente de Kuni Junji cayó al suelo.

 

 

“Por todos los demonios de Jigoku, ¿qué era esa cosa?” Quiso saber Moto Chen, comandante de las fuerzas Unicornio. El permanecía delante de la cara del enorme troll. Mientras tanto la carne de la criatura estaba adoptando la consistencia del granito negro. En unas cuantas horas, seria nuevamente una montaña.

“Problemas,” dijo simplemente Togashi Mitsu. El exhausto ise zumi estaba descansado apoyado en la barbilla del troll.

“Gracias,” dijo Chen con ironía. “¿Os importaría contarme como habéis aparecido tan convenientemente para derrotarlo, Dragón? ¿O qué están haciendo aquí estos Escorpión?”

“Suerte,” replico Togashi Matsuo, sentándose cerca de su maestro.

Chen inspiró profundamente. “¿Necesito recordaros que esto es territorio Unicornio?” Preguntó.

“¿Necesitamos recordarte que sencillamente hemos salvado tu vida?” Pregunto Ogura, renqueando hacia el grupo de samurai. Las prendas del Escorpión estaban hechas jirones y quemadas. La piel que se veía de su garganta y brazos, estaba cubierta de quemaduras y ampollas. “La bestia que ves aquí es el Rey Troll. Quizás hayas oído leyendas sobre ella. Soy Bayushi Ogura, el descendiente de Asako Gohiro, el que puso a dormir al troll hace doscientos años. Yo he hecho hoy lo mismo aquí, pero no sin un precio.” Ogura levantó sus manos y enseñó la carne quemada. Tristemente nuestro amigo, Kuni Junji, no sobrevivió al ritual.”

“¿Junji ha muerto?” exclamo Matsuo. Mitsu simplemente observaba a Ogura con cuidado.

“Algo aquí no está claro,” dijo Chen “Os retendré aquí hasta que envíe un informe sobre esto al Señor Chagatai.”

“Por supuesto,” dijo Ogura, asintiendo.”Me pondré en contacto con mi padre, el Canciller Imperial, y le informare también. Mientras tanto, estoy seguro de que no te importará que exploremos el cráter ¿verdad? Parece que fue aquí donde el troll apareció por primera vez hace doscientos años, y era aquí hacia donde volvía. ¿Quizá vuestras excavaciones aquí están conectadas con el regreso del troll?”

Moto Chen parecía claramente incómodo. El sonido de alguien aclarándose la garganta de forma brusca vino de detrás del muro de samurai Unicornio que se encontraban tras él. Moto Chen rápidamente se echó a un lado. Un hombre jorobado vestido con ropas de piel negras se adelantó.  Su gruesa capa tintineaba con incontables amuletos y fetiches.

“Soy Vordu”, dijo el hombre, mirando a Ogura con unos afilados ojos negros.

“Dispondré de una escolta hacia Ryoko Owari para ti y tus compañeros inmediatamente. Transmítele mis respetos a tu padre.”

Con eso, Vordu se volvió y se fue.

Bayushi Ogura miró a Moto Chen con una sonrisa triunfal. El unicornio suspiro de exasperación y se puso en marcha, gritando órdenes a sus hombres para que limpiasen el campo de batalla.

 

 

El Señor Sol estaba saliendo por encima del Gran Cráter cubriendo el cielo sobre él de un millar de brillantes colores. Los eta habían limpiado el campo de los samurai caídos. Los samurai habían vuelto a sus puestos. Ogura y sus Escorpión se habían puesto en marcha, llevándose consigo los restos de Junji a Ryoko Owari. Solamente Mitsu y Matsuo permanecían. Los dos Dragones escalaron hasta la cima de lo que había sido la cabeza del Rey Troll. Mitsu se sumió en la meditación. Matsuo simplemente observaba el cielo.

“¿Qué es lo que ha ocurrido aquí hoy, sensei?” Preguntó Matsuo. “Tengo la sensación de que me he perdido algo.”

“¿El qué?” Preguntó Mitsu, sin abrir los ojos.

“Bien, es sólo que lo que ha ocurrido hoy ha sido muy extraño...” dijo Matsuo. “Nunca descubrimos que era lo que quería el troll o por qué despertó... y también está Ogura. Ha estado actuando de forma sospechosa desde el principio.”

“Mata un Emperador alguna vez,” dijo Mitsu.

Matsuo miró confundido a su sensei. “¿Cómo?”

Mitsu abrió sus ojos. “Algunas veces los finales no son tan sencillos,” dijo Mitsu. ”Algunas veces te preguntas si todo habría sido mejor, si durante el camino hubieses actuado de forma distinta. Durante el Día del Trueno, Toturi se enfrentó al Emperador que estaba poseído, y lo mató. No pasó un día sin que Toturi se preguntara si habría habido otro camino, si no hubiese sido capaz de salvar al Imperio sin matar al Emperador. Ese sentimiento de culpa lo acompañó el resto de su vida. También lo convirtió en un gran emperador, la clase de hombre toma una decisión aceptando lo bueno y lo malo de la misma.  En ocasiones es lo que hay que hacer: ver lo bueno que has hecho, aceptarlo y ser más fuerte para la próxima vez.” Mitsu señaló al Rey Troll con un gesto. “ Hemos vencido, Matsuo. ¿No es eso algo bueno?”

“Eso creo,” dijo Matsuo, “pero...”

El sonido de pasos hizo que ambos se callaran.

“¿Un unicornio?” Susurró Matsuo.

“¿Solo?” Replicó Mitsu.

Los dos ise zumi se deslizaron a lo largo del montañoso Rey Troll, dirigiéndose hacia el origen del sonido.  Se mantuvieron en la oscuridad, moviéndose como sombras. Finalmente, vieron una pequeña figura abajo. Pegada a una de las mejillas del caído Rey de los Troll, colocando una mano sobre la superficie.  Inclinándose hacia él, extendió sus brazos hacia la cara del Rey de los Troll. Su cuerpo se agitó; parecía que estaba llorando profundamente apesadumbrado.

Uno de los pies de Matsuo rozó unas rocas, y, de repente, la criatura miró hacia arriba.

Durante un instante, percibieron el destello de los brillantes ojos amarillos de la figura, luego desapareció.